martes, 2 de septiembre de 2008

Columbia: La rentrée

El campus es un bullicio, un ajetreado ir y venir de imberbes undergrads recién llegados a la ciudad desde los rincones más lejanos (léase Nueva Jersey, Philadelphia e incluso de lugares de los que sería incómodo venir en coche).

Los papás se pelean por los carritos de los dorms (dormitorios de estudiantes) para llevarlos al Columbia Hardware y comprar a sus hijos todo el material que van a necesitar: una pequeña nevera, microondas, mesita de noche, perchas, mugs, platos, sábanas... y por supuesto la consabida sudadera en la que pone Columbia. Se instalan rampas en todas las escaleras del campus para que los carritos puedan alcanzar tiendas y habitaciones en cualquier lugar y nivel.

Camiones de mudanza descargando rodean el campues en lenta pero ruidosa procesión, como en una estratégica maniobra envolvente. Desde Riverside Drive hasta Amsterdam Avenue y en todas las callejuelas desde la 110th hasta la 120th. Los dominios del President Bollinger de Columbia bajo asedio (Y yo me pregunto ¿dónde queda el tan escueto, sobrio y castizo Excelentísimo y Magnífico Rector que nos gastamos en las Españas?).

Los comedores ya presentan colas, las todavía verdes pelouses de Columbia están repletas de gente jugando a las cartas, al disco, al volley, al fútbol (aquí lo llaman soccer y es un deporte de chicas) o simplemente tomando el sol. Los menos aprovechan el tiempo y el sol leyéndose los interminables folletos para elegir las asignaturas optativas y haciendo cálculos (con caculadora) del número de créditos.

Se instalan mesas para captar a los freshmen en las diversas asociaciones y hermanades. Las hay de todos los gustos y colores, desde la típica hermandad con letras griegas para hacer el gamberro los cuatro años que dura el College, hasta las religiosas como los Korean Christian Students, pasando por los Support the United Nations. Ni qué decir tiene que hay una Iberia @ Columbia (de la que ya formo parte. Creo). Aquí tenéis una lista, por si os pica la curiosidad.

La efervescencia del campus es contagiosa. Y más con el tiempazo que nos está haciendo. Tanto ir y venir, tanta gente, risas, gafas de sol, pantalones cortos, paseos arriba y abajo, gente más perdida que un pulpo en un garaje (o, acuñando una nueva expresión, que recién llegado en el campus de Columbia). Y se mezcla con la emoción del inicio de las clases mañana por la mañana.

Tanto que incluso tengo ganas de que empiece el curso, de conocer a gente nueva, de descubrir, entender, aceptar e intentar digerir una nueva rutina, de aprender cosas interesantes (esto está por ver), de que me despierte el despertador de nuevo, de recibir (y en algunos casos estrenar) los libros de las nuevas asignaturas, incluso de las elecciones a delegado de clase...

Ante tanta emoción, no he podido contenerme y me comprado 15 perchas para mi armario. Los excesos terminan pagándose...

2 comentarios:

mapachito violento dijo...

La vuelta al cole en Nueva York tiene muchísimo más encanto, ¡por supuesto! Así que dejáte contagiar por el despertar de Columbia. Si necesitas alguno de aquellos cuadernillos amarillos Rubio de caligrafía, te lo envío.
La sudadera de Columbia me recuerda a Joel de Northern Exposure, y creo que deberías llevar una para ser un miembro de prestigio en el Iberia.

Manel dijo...

Ja, ja, tienes razón!! Y la serie, en vez de llamarse "Doctor en Alaska", se llamaría "Ingeniero en Manhattan".

Beso!