En mi tercera peregrinación a D.C., esta vez por motivos únicamente lúdicos, me quedé en casa de otro Valenciano,
Juanjo, veterano del BID, amigo y
special advisor for career affairs.
Juanjo, Zulima y Marieta me trataron a cuerpo de rey, como uno más de la familia.
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El jueves por la noche, tras 4 horas de autobús, una presentación en la clase de
Electricity Markets y la noche anterior casi en blanco, había una cena especial en su casa:
José Luis Cuerda estaba de visita, presentando su última película -
Los girasoles ciegos - en un festival de la capital. Se puso en marcha la
Spanish Connection y
Curro, del área cultural de la embajada, trajo al director de Albacete, gallego de adopción y conocido del New York Times (el gordo protagonizó hace un tiempo un
reportaje sobre Galicia en su suplemento de viajes, acicalado con
estupendas fotos).
![](http://4.bp.blogspot.com/_8DUFTtTOJN4/SfdAYYT1V3I/AAAAAAAAAZs/cwkxUKYH-1o/s200/AmaneceQueNoEsPoco.jpg)
Interesante y animada cena con un orondo y campechano Cuerda, bebedor de limonada, militante por el cine español (aunque puso a parir a algunos colegas), todavía
rojeras y con muchas ganas de charlar. Conseguimos hacerle contar anécdotas sobre mi película favorita y una obra maestra del surrealismo:
Amanece que no es poco. A él también le debe de gustar: se sabe los diálogos de memoria y es la película de la que más habló. El contrapunto dialéctico lo ponía
Roberto Brodsky, escritor chileno y profesor en
Georgetown University.
Soleado y cálido fin de semana que me permitió conocer también algunas otras cosas de
our nation's capital:
El Capitolio, la famosa
biblioteca del Congreso, algunos
memoriales (el de
Roosevelt es el más interesante, por el
contenido y su "horizontal" continente), la
National Gallery y el
barrio de Georgetown. Todo ello enmarcado por miles de árboles en flor en un contraste entre verde brillante de las hojas frescas, el azul intenso del cielo y todas las gamas de rojo, desde rosa pálido a granate oscuro. Lástima, un par de semanas tarde para los tradicionales cerezos en flor, cherry blossom o
sakura, que es impresionante en DC por un
histórico regalo del alcalde de Tokio. Y, cómo no, como buenos españoles en tierra extraña,
le tout acompañado de animados, ceremoniosos y poco frugales homenajes culinarios - cuánto se echan de menos en este país, acostumbrado a comer de pie.
Esta ciudad va a terminar por gustarme demasiado... malo.
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