jueves, 2 de junio de 2011

Encuentros y desencuentros: JB en el Eurostar

En mi último viaje con de trabajo, el viernes 13 de mayo, con tres o cuatro reuniones en París (sí, tengo la costumbre de llenar mis días de viaje para no sentir que pierdo el tiempo), iba yo en el Eurostar la tarde anterior con mi jefe en dirección a París y tuve uno de los encuentros más interesantes de mi vida, que hizo este trayecto en tren el más ameno que recuerdo.

Al poco de sentarnos en nuestro sitio, un señor mayor, con traje y un pequeño trolley, desaliñado, y visiblemente borracho, apestando a alcohol, se sentó justo enfrente de mí (mi jefe y yo estábamos sentados en un espacio para cuatro personas, con mesa interpuesta). Mi primera reacción fue ignorar sus saludos y comentarios, diciéndome que el abuelo nos iba a dar el viaje (Londres-París dura unas 2h20).

Su primera aportación fue decir que no se puede tratar con los ingleses, que son auténticos alcohólicos, borrachos sin remedio... decía que acababa de beberse en una comida de trabajo con otras dos personas, dos botellas de Scotch. Por ese entonces el hombre ya había pasado al francés. Y cuando me preguntó de donde soy, incluso trató de chapurrear, con relativo éxito, algo de español, diciendo que él llegó a España en diciembre del 75, después de la muerte de Franco, a quien aborrecía. Me enseña sus dos pasaportes, británico y argentino, donde constato su edad (82 balais) y su nombre judío.

Tras pedir una mignotette de whisky, que yo acompañé con un copa de champán y mi jefe con una botella de agua con gas, hace un brindis "por Felipe", en español (será el brindis de la noche). A mi pregunta sobre si se trataba de González o de Borbón, dijo que obviamente se trataba de González, un gran hombre y mayor corrupto, pero de gran inteligencia y que hizo progresar España de manera inusitada... bonita teoría.

Al parecer este señor, que llamaremos JB por la marca de whisky bebíamos, es uno de los mayores propietarios de suelo en Marbella, una multimillonario de verdad, con todo su haber en activos físicos y sin deudas con los bancos (es decir, ningún debe). Además del suelo, parece que se le ha dado muy bien el negocio de los casinos, en España, Francia, Argentina y Vietnam.

Mi curiosidad puede más que el recato y le pregunto también por otros grandes prohombres de la patria. Y Aznar, ¿que tal era? Me dice: "el más corrupto de todos". Y ya puesto le pregunto por Zapatero: "Ése es tonto. El pobre es honesto, pero más tonto que hecho de encargo".

Sigue con su discurso algo marchito, pues creo que la realidad ha cambiado un poco desde la crisis inmobiliario-financiera: "España es el mejor para hacer negocios en Europa, buen clima, mujeres bonitas y fáciles, mucha hambre y corrupción por todas partes sin el menor tapujo". Al parecer en España, con que vayas con un fajo de billetes a ver a alguien, todo está resuelto. En Francia en cambio son igual de corruptos, pero se las dan de refinados y todo se complica un poco por una cuestión puramente formal. Pero el bottomline es que todos son corruptos, y para muestra un botón: Al parecer cuando JB quería abrir su casino en Sevilla encontró bastante resistencia por parte de la Iglesia, el arzobispado de la ciudad a la cabeza: que si el juego es pecado, que si los feligreses van a irse por el mal camino, etc. Ante esta dificultad, los guías espirituales de los sevillanos encontraron que su bendición para la apertura del casino valía 350.000 euros que servirían para reformar nosequé de la Giralda. Asunto resuelto, casino inaugurado con bendición urbi et orbe del arzobispo en persona incluida en el precio. Bien pensado no es demasiado caro, seguramente contratar a Belén Esteban o a David Bisbal para la inauguración no sea mucho más barato y es seguramente menos universal.

Uno de los momentos álgidos fue cuando, entrando en modo abuelo consejero, JB afirma que pese a todos sus millones yo tengo algo que él o tiene: tiempo. Asegura que ha malgastado su vida por los "cochinos billetes verdes". Y revolviéndose en su asiento no sin dificultad (llevamos ya 3 migonettes de whisky), saca trabajosamente un gran fajo de billetes de 100 y 200 euros: "mi vida perdida por esta mierda". Dice que si fuera joven, ahora mismo se iría al Este, a Asia. Que en Vietnam tiene un par de mantenidas que por cuatro perras hacen todo lo que él quiere, y que a su mujer no le hace mucha gracia, pero que qué se le va a hacer... Mi respuesta es que es muy fácil decir eso cuando ya se tienen los millones.

Con la cuarta mignonette de whisky (y mi respectiva cuarta copa de champán), entramos en diatribas más políticas: él fue miembro del gris partido comunista inglés en su juventud, cosa que dejó para convertirse en financiero. Fue donante del Sinn Fein (imagino que como con la Iglesia católica española, tendría algún negocio en Irlanda). También habla de sus años en NYC, donde, dice, un judío tiene una gran ventaja comparativa, al contrario que en Europa. Allí, con ser judío se te abren las puertas. Y por eso pasó un par de años en Goldman Sachs. Ahora sin embargo se considera socialista. Asevera que el sistema capitalista no funciona, que explotará por un lado u otro porque permite desigualdades demasiado importantes. Dice que las condiciones de los trabajadores han mejorado, pero no lo suficiente, mientras que el capital hace cada vez mayores márgenes... Mi respuesta es que es muy fácil decir eso cuando ya se tienen los millones.

No está muy claro por qué se va de UK, pero ahora es más francés que inglés. Sin más rodeos, le digo que estaría dispuesto a seguir sus consejos, pero que mejor que me haga director de uno de sus casinos en Vietnam, que así lo de go east se hace más fácil. Él me toma la palabra, y tras un apretón de manos, intercambiamos los números y quedamos en comer un día de estos...

Al final, lo acompañamos (sostenemos) hasta la parada de taxis en la Gare du Nord, donde pilla un coche privado que por la módica suma de 50 € lo llevará a la Avenue Montaigne (¿dónde estaría su chófer?).

Y luego mi jefe me dice que yo ya me puedo volver a Londres, que en estas dos horas he hecho suficiente Business Development y que el día siguiente será mucho menos interesante que el viaje en tren. Y efectivamente, tiene razón.

Viajes así, los que hagan falta.