jueves, 31 de marzo de 2011

Más estadísticas

Sí, con esta obsesión ingenieril por los números, no puedo dejar de notar que una de las marcas que he roto este año es la de tiempo sin escribir en este blog: entre el 9 de enero y el 28 de marzo de 2011 no colgué ningún post (lo que no quiere decir que no escribiera). Más de dos meses y medio sin comunicarme con los pacientes lectores que aun visitan esta página.

Justificaciones pobres como que no me cabían fotos en el ordenador (por fin he podido descargar las fotos que tenía en la cámara ¡desde julio de 2010!) o que no he pasado ningún fin de semana en Londres desde finales de enero no son atenuantes.

El caso es que no he parado últimamente, y ello incluye viajes a lugares remotos y exóticos: Buenos Aires, Río, el Peloponeso interior, Cuba, la Suiza francesa y quizás pronto Luxemburgo. Precisamente en el avión de vuelta de Cuba, con Arnaud, hice una lista de todos los paises en los que he estado hasta ahora (todos ellos miembros de pleno derecho en la Naciones Unidas, excepto la Autoridad Palestina, con status de observador).

Europa:
1. España
2. Francia
3. Alemania
4. Andorra
5. Reino Unido
6. Bélgica
7. Holanda
8. Italia
9. Irlanda
10. Grecia
11.. Malta
12. Hungría
13. Croacia
14. Bosnia-Herzegovina
15. Dinamarca
16. Suecia
17. Portugal

América:
18. Guatemala
19. México
20. Perú
21. Bolivia
22. Estados Unidos
23. Canadá
24. Colombia
25. Brasil
26. Argentina
27. Cuba

Oriente Próximo:
28. Egipto
29. Israel
30. Territorios Palestinos
31. Jordania

En un par de semanas debería ampliar la lista Suiza y Marruecos por trabajo, más adelante quizás Luxemburgo por placer (es un decir), y posiblemente en verano añadir un par de países del Africa negra (o más púdicamente, subsahariana). Este año en total habré añadido al menos siete nuevos países a la lista lo cual me produce cierto orgullo infantil. Y aun me queda toda Asia por explorar...

lunes, 28 de marzo de 2011

Mi Buenos Aires querible

Titulo esta entrada con una frase que le he oído a mi hermano, para referirme a la Nueva York del cono Sur de una forma menos perfectiva, algo condicional pero claramente posibilista, que el consabido tango (pínchese aquí para ver a Gardel en directo). Y esto porque ahora puedo hablar “desde” la experiencia vivida (nótese el entrecomillado y odioso “desde”, tan frecuentemente mutilado por nuestros analfabetos políticos que abusan de esta preposición de lugar o tiempo para referirse a conceptos sin forma física como la experiencia, la honestidad o el convencimiento).

Así es, la semana pasada me enviaron por trabajo unos días a Buenos Aires y Rio. No sin cierto sonrojo voy diciendo por aquí que estaba allá por business, a lo que alguien, con razón ha replicado que más bien de business-holidays. Lo cierto es que para una reunión el martes, en lugar de salir el lunes por la mañana o el domingo por la noche, despegué el viernes por la noche y así pasé un fin de semana entero de turismo y dos días de trabajo a medio gas.
Ya tenía yo ganas de conocer esta perla del subcontinente latinoamericano, de la que había oído maravillas a propios y extraños. Debo reconocer que mis expectativas se colmaron, e incluso tomé algunas notas para compartirlas en este foro monoléctico (oximoron al canto).

Si se tiene la suerte de aterrizar en el Aeroparque, lo primero que llama la atención de Buenos Aires (abreviado BsAs según el sistema internacional) es el extensivo urbanismo en cuadrícula perfecta, básicamente dominado por edificios de dos, tres o cuatro alturas, y con frondosos y enormes árboles en todas sus aceras, a la manera de un tupido felpudo verde sobre sus calles y avenidas. Esta orografía está salpicada de edificios altos y esbeltos, que brotan por todos lados cual champiñones, inopinadamente, con irregular densidad, conformando a veces barrios de rascacielos.

Llegamos a nuestro hotel tras un viaje en taxi que costó el doble de lo que hubiese debido porque el taxista, expiloto de helicópteros en el ejército, con un tímpano perforado por un accidente aéreo y pendiente de la jubilación, decidió dar varias vueltas a la manzana, eso sí, con radios diferentes, por el qué dirán. Nos alojámos en Palermo Viejo, una zona muy de moda y animada equivalente al East Village en NYC o a La Latina en Madrid. Con 30 °C y sol, lo primero que hice fue enfundarme unos pantalones cortos, camiseta y abarcas, y salir a lacalle a buscar una terraza para tomar algo fresco.

Carne. Inevitable. Deliciosa. El fin de semana, carne asada para comer y cenar ambos días; sobredosis de proteínas de las buenas a precio de risa en comparación con Europa. El finde fue poco menos que una ruta turística del Bife bonaerense: primero en Palermo, luego en Las Cañitas, después en Recoleta y finalmente en Puerto Madero. Y muy buen vino.

Arquitectónicamente, algunos barrios de BsAs como Recoleta y Retiro rivalizan con los edificios decimonónicos de los bulevares houssmanianos de París o el barrio de Salamanca en Madrid. En contraste, San Telmo, con la grandeza más decaída que decadente, casi olvidada, de sus mansiones coloniales del XVII, con calles más estrechas, adoquinadas, pero igualmente largas, recuerda a una Antigua (de Guatemala) algo descolorida pero más viva. Otras zonas me recuerdan al Madrid de los ochenta, sucio, poco digno (visto desde ahora, claro) y detrás de la Casa Rosada, en los antiguos muelles, se acaban de inventar Puerto Madero, un barrio de negocios y de viviendas como podría ser Downtown Manhattan.

Otra sorpresa han sido las mujeres. Muy atractivas, altas, elegantes, refinadas y bastante operadas. Bastante italianas, incluyendo ese aspecto coñazo que también tienen las italianas: por estar rodeadas de moscones, son altivas, creídas e incluso antipáticas. Pese a la homogeneidad del tipo, hay muchísimas guapas/buenas. Digamos que la media es más bien alta y la dispersión reducida, la mejor combinación para minimizar los riesgos.


Y por supuesto la lectura. No sé si es consumo real o es pose intelectual, pero BsAs está lleno de librerías, grandes y pequeñas, de diseño y de esquina de barrio obrero. Maravillosas. Dos de las mejores, el Ateneo (un antiguo teatro convertido en macro-librería con un café donde estaba el escenario y en el que todas las tardes se toca el piano para los lectores) y Eterna Decadencia (en Palermo Hollywood, gracias Lucía). Aquí una imagen:


Algunos detalles divertidos: el Metro aquí se llama Subte, y como en cualquier otra capital hay carteristas: a mi compañero le robaron la suya el primer día; la cuarta clase de toma de corriente que he conocido la tienen aquí - pines planos como los estadounidenses pero colocados en oblicuo. Las duchas son como el modelo americano que tantos problemas me dio, sin embargo el váter es Roca y al tirar de la cadena el agua gira en el sentido de las agujas del reloj, al revés que en casa. Los taxis funcionan con gas, con lo cual no caben las maletas en el maletero; además están pintados de negro y amarillo, casi como los de Barcelona, pero con los colores invertidos. Los autobuses de línea los llevan empresas privadas y son modelos muy viejos; sin embargo están espléndidamente pintados con muchos colores. Los coches por la calle son generalmente modelos europeos bastante modernos, pero de vez en cuando se ven un utilitarios familiares americanos de los años 70, en un contraste muy curioso.


Pese a la inflación galopante desde la Gran Devaluación, los precios siguen siendo interesantes: un bife genial por 60 pesos; una carrera en taxi de un extremo a otro del centro 35 pesos. Eso sí, las cantidades grandes las siguen dando en dólares. Y un apunte inmobiliario que sirve para sacar conclusiones macroeconómicas: Un piso en Palermo cuesta alrededor de 100.000 USD, mientras que el alquiler mensual en la misma zona de algo equivalente puede estar es de 1.600 USD. Es decir, en moneda constante se tarda 6 años de alquiler en pagar el piso. Pero al parecer los intereses están en torno al 20%, y la inflación real en niveles parecidos, mientras el PIB crece a valores en torno al 8%. ¿Huele esto a otra devaluación? El menda es de la generación del Euro y aun no ha visto estas cosas de cerca. Pero todo se andará. O no.

De manera general, mis impresiones han sido muy positivas. Me ha encantado la ciudad en esta demasiado breve visita. Ni siquiera he podido echarme un tango en San Telmo o en Boca.

Me quedo con un viaje en Febrero, cuando el invierno está en lo más crudo en Londres, y sin embargo en Palermo Viejo las terrazas están atestadas de gente de buen rollo tomando cervezas o helados al sol. Decididamente, hay que conseguir un negocio estable en este país para que me sigan enviando una vez al año de business-holidays.