martes, 22 de diciembre de 2009

¡Atrapados en la isla!

Parece el título de una película de acción, pero es en realidad la sensación que se respira en Londres estos días. Una rara conjunción de factores (al parecer provocados por una única causa) hacen realmente difícil abandonar el Reino Unido en estas fechas tan señaladas.

1) Eurostar, el tren de pasajeros bajo el Canal de la Mancha ha sufrido unas misteriosas averías desde el viernes por la noche hasta hoy. Se calcula que hay 88.000 afectados (el Eurostar transporta a unas 20.000 personas por sentido y día), y es el medio de transporte preferido de los cientos de miles Franceses que trabajan en la City y vuelven a casa por Navidad.

2) La manida huelga de British Airways y las nevadas en todas las capitales europeas han cancelado muchos vuelos saliendo de Londres. En los que quedan no cabe ni un alfiler.

3) El temporal en el Canal de la Mancha dificulta el tráfico de los ferrys con los que se solía cruzar el estrecho. La nieve no facilita el transporte por carretera. La opción bus o alquiler de coche queda descartada.

El resultado es que varias decenas de miles de personas están atrapadas en la isla sin posibilidad de escapar. Arnaud, mi compañero de piso, debía haber viajado en el Eurostar a París el sábado por la mañana. Estamos a martes y sigue aquí. Sin posibilidad de tomar el Eurostar, intentó ayer el autobús, que no llegó jamas a la estación (3 horas de espera bajo la nieve y con un maletón de cuidado). Finalmente Ryanair ha fletado un par de aviones extras que en principio saldrán hacia Paris-Bauvais el miércoles 23. Veremos cuándo llega a su casa. Ya lleva 4 días y sólo son 150 km.

Corre el rumor por la City de que esto es un sabotaje de elementos anti-sistema del Gobierno británico para encerrar en la isla a todos los banqueros que quieren escapar al continente para cobrar allí sus bonus. Al parecer desde el anuncio de una subida de impuestos sobre este concepto retributivo ha provocado una estampida sin precedentes de los pobres e injustamente afectados empleados de banca (de inversión).

La situación se anunciaba realmente crítica. Testigos presenciales afirman que algunos, en su huida, incluso abandonaron sus Porsche y Aston Martin en plena intemperie en el frío clima londinense de estos días. El sector está tan desesperado que incluso se baraja la posibilidad de cambiar la City por la Villa y Corte.

Por el momento, estos convenientes incidentes metereo-infraestructurológicos están conteniendo temporalmente está sangría para las arcas del Exchequer (Hacienda); reteniendo en suelo británico parte de esa ingente masa salarial... al menos hasta que termine el año fiscal

Seguiremos informando/procrastinando desde Londres.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Sempiterna procrastinación

Hay cosas que no cambian.

La entrada de aquí abajo sobre el fiasco de la cumbre de Copenhague me ronda la cabeza desde antes de su comienzo (hace casi tres semanas). Y me decido a escribirlo justo ahora: el fin de semana en que se supone estoy estudiando para obtener mi certificación de la Financial Services Authority (me examino el martes por la tarde y me he jugado una botella de vino con Arnaud a que la apruebo).

Esto se llama procrastinación, es una de las pocas disciplinas en la que sobresalgo al resto de los mortales, y para abundar en el asunto: ya lo habíamos comentado en este blog hace algo más de un año.

sábado, 19 de diciembre de 2009

67 hombres y un planeta (o la crónica de una muerte anunciada)

Uso el término hombres aquí en la primera acepción del diccionario de la Real Academia, la que lo define como ser animado racional independientemente de su sexo. Y sin embargo estos 67 hombres son mayoritariamente hombres (en la segunda acepción de la RAE, varones). También son blancos, de mediana edad (es decir, bastante mayores) y de un extracto social poco representativo de sus respectivas circunscripciones.

Estos 67 tíos son senadores estadounidenses. Y se corresponden con la mayoría de dos tercios que hace falta en la cámara alta de aquel maravilloso país para ciertas acciones de suma importancia, en las que los derechos de las minorías deben ser preservados. Si no me equivoco, los únicos (?) dos procedimientos en los que esta mayoría de dos tercios es requerida son el impeachment o impugnación del Presidente (moción de censura vinculante); y la ratificación de tratados internacionales, necesaria para su entrada en vigor.

En ese aislacionismo del que están tan impregnados los americanos (y su clase dirigente, que demasiado a menudo ni siquiera tiene solicitado el pasaporte en el momento de tomar posesión de la cartera) se dificulta la adopción de medidas que afecten al comportamiento de los Estados Unidos y que les pueda hacer responsables frente a instituciones internacionales que escapen a su control absoluto. Este sentimiento que empieza por un no-intervencionismo a la suiza, termina con la percepción de que los ciudadanos americanos están por encima de cualquier otro colectivo y que por tanto no tienen por qué responder ante nadie que no sean los propios Estados Unidos.
Por eso, es políticamente inviable que el Senado de los USA acepte un tratado como el protocolo de Kioto. Por eso, Obama, que ostenta ya el premio Nobel de la Paz de este año, pero que aun se lo tiene que ganar en los tres que le quedan de legislatura (y consolidarlo en la siguiente), ni se plantea asumir el riesgo político de presentar ese tratado a su Senado.

Por eso, el Protocolo de Kioto ha muerto oficialmente, habiendo recibido el descabello en Copenhague de las manos de USA y su aliado en esta batalla: China. Se trata de un asesinato. El asesinato a sangre fría, sin nocturnidad pero con alevosía, de uno de los mayores compromisos colectivos alcanzados en los últimos años, a escala planetaria (véase en el mapa en verde el número de países que lo ratificaron en uno u otro momento). Quizás porque el problema que pretende resolver, o al menos controlar, también es de escala planetaria.
Kioto es el primer gran esfuerzo de reducción de emisiones que es legalmente vinculante para sus firmantes. Cierto es que afecta esencialmente a los países desarrollados (culpables de la mayoría de emisiones hasta la fecha), y que se recogen en el famoso Anexo B del texto del tratado. Estos países aceptan límites a (generalmente asociados a una reducción de) sus emisiones a corto plazo; límites que pueden ser (y serán) sobrepasados a cambio de que el país promueva reducciones en otros lugares. Esto representa una transferencia de dinero y/o tecnología a otras zonas del planeta y asegura, en principio, que el volumen global de emisiones se mantiene en los objetivos propuestos.

Cada país tiene total libertad en la manera de lograr la reducción de emisiones. El mecanismo que mejor ha funcionado hasta ahora, con todas sus fallas, es el Esquema Europeo de Comercio de Emisiones; pero no tiene por qué ser la única solución. Aquellos con límites de emisiones vinculantes (Anexo B again) pueden sufrir sanciones que no están bien definidas, pero que generalmente se corresponden más bien con límites más estrictos en los periodos subsiguientes.

Estados Unidos tiene alergia aguda a la sola posibilidad de verse imponer sanciones por terceras partes: no quiere responder ante nadie (i.e. ONU, Tribunal Penal Internacional, Protocolo de Kioto, o lo que sea). China, que recientemente ha desplazado a USA como el mayor emisor mundial de CO2, utiliza la negativa americana como excusa para no entrar en el juego. Juntos son responsables del 40% de las emisiones.

Juntos han conseguido que la complicada estructura legal que se alcanzo en Kioto, magnífico (y único) ejemplo de cómo se puede poner de acuerdo a casi 200 naciones para resolver un problema global, quede en agua de borrajas: al no prolongarse el esquema de Kioto, el peso de las sanciones ya es inexistente y los países abandonarán sus esfuerzos o los reducirán.

Juntos han dado una enorme bofetada a la Unión Europea, verdadero artífice de Kioto y que generosamente ha aplicado el protocolo con todas sus consecuencias (al margen de que los mecanismos escogidos regionalmente no sean perfectos).

Juntos han terminado con una de las iniciativas más ambiciosas para resolver un problema global de forma multilateral. Sus intereses individuales a corto plazo han matado la posibilidad de resolver este problema de forma coordinada y eficiente. Habrá que seguir hablando, desperdiciando un tiempo valiosísimo y arriesgándonos a que la conjunción planetaria que se ha dado con Kioto no se vuelva a repetir.

Examinemos un pequeño dato para relativizar los costes de esta parafernalia: Dice The Economist que el coste de parar el cambio climático (reduciendo las emisiones de forma eficiente y según el patrón del IPCC) se elevaría aproximadamente el 1% del PIB mundial. Dice también esa publicación de talante marcadamente liberal (en su acepción Europea) que salvar a los Bancos de ahogarse en el pozo en el que ellos mismos decidieron darse un chapuzón, ha costado por el momento un 5% del PIB mundial.

Así las cosas, recordemos esa frase que se atribuye a Saint-Exupéry y que reza algo así como "No heredamos la Tierra de nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos". Pues bien, nuestros 67 amiguitos de Washington no comparten esta idea: la Tierra se les ha dado a ellos en usufructo, y piensan hacer todo lo que puedan para disfrutar en ella lo que les queda de vida - un par de décadas a lo sumo, vista la media de edad de los senadores; lo cual hace aun más atractivas a sus ojos y bolsillos las prebendas de los lobbies industriales y bancarios y la posibilidad de jubilarse en el Senado. A través de ellos, USA vuelve a faltar a su cita con la Historia.

Antoine, el que venga detrás que arree.

domingo, 13 de diciembre de 2009

14 cajas y muchas puertas

Hoy hace exactamente cinco meses y medio que llegué a Londres, y prácticamente cinco meses que entré a vivir en el flat del 16 de Lloyd Square. Eso ya empieza a ser tiempo.

Y sin embargo, por diferentes motivos, me siento todavía un extraño aquí en Londres: pocos, muy pocos fines de semana pasados aquí, prácticamente nada de turismo en la ciudad, cierta dificultad en construir una red de amigos, la trampa de una casa casi totalmente amueblada, horas de trabajo excesivamente largas y algunas otras razones identificadas o sin identificar.

Pero el miércoles pasado se dio un paso importante para solventar esta situación: me llegó el envío de mis cosas desde mi piso de Madrid. Ya tengo música, pelis, libros, y los soportes para disfrutar de ellos. Incluso algunos cuadros y un sillón al que le tengo cierto cariño (esto suena muy abuelo, lo sé).

Un pequeño bienestar material y un considerable confort afectivo para hacer de Londres un poco más mi casa. 14 bultos que han viajado en camión desde Madrid hasta Londres cruzando el que otrora fuera mi país (aun me suena raro usar pronombres posesivos con este tipo de conceptos intangibles, sobretodo porque después de tanto tumbo no me siento propietario de nada a parte de algunas de las cosas que hay en estas 14 cajas. ¿Será este un sentimiento nómada?).


Ciertamente nunca ha sido tan fácil: estamos en un mundo globalizado, donde los muebles en tu casa son los mismos en cualquier rincón del planeta (mismos modelos de IKEA: quién no ha montado al menos una vez una estantería Billy?); donde encontramos nuestros periódicos predilectos en versión papel casi sin retraso; donde la música que escuchamos en el metro o corriendo nos cabe dentro del puño de la mano y ha viajado por todos los continentes (mi iPod tiene ya cuatro años y ha conocido los sistemas de transporte de cuatro capitales); donde las marcas de ropa que frecuentamos son las mismas pese a que su enorme diferencia de precios de un lugar a otro cambia su percepción social; donde gracias a (o por culpa de) Telefónica y sus planes de llamadas internacionales podemos hablar con familia y amigos todos los días; donde Easyjet nos puede dejar en casa por menos de 100 €.

Pero justamente por esto estamos más lejos que nunca. Más lejos que nunca de nosotros mismos y de nuestro entorno real. La integración con el entorno no solo ya no es necesaria sino también imposible, o cuando menos improbable.

Cuanto más cerca, más lejos. Cuanto más nómadas, más dependientes. Sí. No necesitar muebles diferentes, o tele, o libros, o ropa distinta, porque podemos tener la de siempre, es precisamente una forma de necesidad. La necesidad de no enfrentarse a lo nuevo, la de dejar todas las puertas abiertas. Viajar todos los fines de semana, trabajar muchas horas y hablar o chatear con los seres queridos todos los días no solamente puede llegar a devaluar esas relaciones constriñéndolas a un marco irreal, sino que también puede impedir el desarrollo del nuevo yo en el recién estrenado ecosistema.

Aunque a veces nos parece lo más lógico, lo más seguro, ir abriendo puertas constantemente sin cerrar o entornar otras, es un ejercicio agotador y peligroso. Las corrientes de aire que se crean son complicadas e impredecibles, y para evitar portazos que puedan dañar las propias puertas e incluso las paredes, hay que sujetar las puertas. Pero hacer malabarismos para mantener todas esas puertas abiertas de par en par, no solo dificulta la apertura de nuevas puertas sino que presenta el riesgo de pillarse bien los dedos...

martes, 8 de diciembre de 2009

Mi derecho a no leer

Breve, corta, escasa, reducida, apocada, tímida.

Más bien exigua. Realmente insignificante. Prácticamente despreciable.

Ridícula, raquítica, anoréxica.

Sólo seis en casi 18 meses. Uno al trimestre.

Me refiero a mi lista de lecturas desde que empecé este blog. Aunque alguna me debo haber olvidado, he intentado poner todos los libros que me iba leyendo en uno de los recuadros de la columna de la derecha. Excepto en periodo de vacaciones, normalmente leía sólo papers, libros o prensa por razones académicas, vicio o pura curiosidad. Ahora, trabajando, vuelvo a tener un poco más de mi tiempo, o al menos sufro una rutina más definida, incluyendo dos trayectos diarios de metro de 12 minutos.

Sin embargo, esto no es excusa. Quien no lee es porque no quiere. Porque no lo quiere lo suficiente: porque no roba tiempo al tiempo, a otras actividades que, por superfluas e intelectualmente vacías que sean, terminan siendo prioritarias y acaparando los recursos, flexibles pero finitos, de que disponemos. Es nuestra propia elección de tareas y escapadas rutinarias o extraordinarias. Y es perfectamente legítimo.

He tenido que leer un libro sobre la propia lectura ("Comme un roman", de Daniel Pennac, 1992), para asumirlo. Y para hacer propósito de enmienda.

En este simpático ensayo, lleno de buenos sentimientos, agradable de leer, reconfortante y que nos reconcilia con la etapa de nuestra infancia en la que devoramos libros, y nos llena de buenos propósitos (y para muestra, yo mismo y mi mecanismo), Pennac, profesor de instituto, explica el finalmente no tan arduo trabajo de inculcar (más bien despertar de su letargo) el gusto por la lectura a sus adolescentes.

El libro termina con un decálogo de derechos imprescriptibles del lector, que detallo seguidamente en traducción libre:
  1. El derecho a no leer
  2. a saltarse páginas
  3. a no terminar un libro
  4. a releer
  5. a leer cualquier cosa
  6. al Bovarysmo (enfermedad de transmisión textual)
  7. a leer en cualquier sitio
  8. a "picotear"
  9. a leer en voz alta
  10. a callarnos
Y termino esta entrada con las lecturas (empezadas, por empezar o de cabecera) que acumulan polvo encima de mi mesita de noche desde hace meses mientras esperan mi atención. Y que pese a mi euforia actual, quizás continúen haciéndolo:
  1. "1984", Georges Orwell, (1949, en español)
  2. "The Arab-Israeli Conflict", Kristen E. Shultze (1999)
  3. "Travels with Charley in search for America", John Steinbeck (1962)
  4. "Chansons pour elle et autres poèmes érotiques" Paul Verlaine (1889)
  5. "London City Guide", Lonely Planet (2008)
  6. "Shake hands with the devil", Roméo Dallaire (2003)
  7. "Persepolis", Marjane Satrapi (2000-2003, en inglés)

domingo, 29 de noviembre de 2009

Las 7 diferencias (II): de square en square y tiro porque me toca

Distinta ciudad, diferente arquitectura urbana. Londres es una ciudad muy baja pero muy extensa. Inmensa, con calles estrechas (no existen grandes ejes de circulación), casas bajas y muchos jardines.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención en esta City es que hay jardines y verde por todas partes. Lo cual no deja de ser algo anacrónico visto el tiempo que hace por aquí y lo poco dados que son los británicos a las actividades outdoor o a socializar en la calle.

Es un modelo completamente opuesto al NYC, donde existe una isla verde en medio de un océano gris - Central Park. Un remanso de paz en el corazón de la jungla de asfalto, en lo más tupido del bosque de sequoias de acero, cemento y cristal. Una evasión que dura los minutos del almuerzo, la hora de carrera por el parque o el día de paseo y picnic. Una evasión que se busca, que se persigue y se anhela. Pero al fin y al cabo una evasión: un desgarrón en continuo espacio-tiempo neoyorquino.

Y es que en Londres se atraviesan plazas con jardines y parques (con forma cuadrada o circular, squares or circuses) en todo momento: de camino al metro por la mañana, al supermercado el sábado, o a tomar una cerveza por la noche. Multitud de pequeños paréntesis naturales que se funden con la ciudad, con el egocéntrico y caprichoso urbanismo imperial anglosajón. No son cuerpos ajenos a ella sino espacios familiares, parte integrante del todo, de la cotidianidad de la ciudad.

En efecto, a pesar a mi situación ciertamente privilegiada en NYC (casi en la esquina Noroeste de Central Park, enfrente de Morningside Park y a tres manzanas de Riverside Park), me resulta curioso y agradable que cualquiera que sea la dirección que tome al salir de mi casa, paso siempre por alguno de estos jardines públicos o comunales:
- Por la ventana de mi casa, orientada al rara vez cálido y ocasionalmente soleado Sur, veo permanentemente el jardín comunal de Lloyd Square;
- Hacia el Oeste, de camino al metro de King's Cross, paso todos los días por Percy Circus (en otra ocasión contaré una curiosa historia acerca de esta plaza, la única circular de los alrededores);
- Cuando voy con Arnaud a hacer las compras al Sainsbury's del barrio o al más selecto Waitrose - ambos al Norte de casa, cerca de Upper Street - pasamos por Claremont Square;
- Las raras veces que voy a correr por los canales, en dirección Este, hacia a Victoria Park, atravieso Myddleton Square;
- Y en la ocasiones especiales o los pequeños homenajes que me doy en Exmouth Market, paso por Wilmington Square, al Sur de Lloyd Square.


Ver Lloyd Square en un mapa más grande

Nota: Los puntos azules son los squares que menciono en el texto, úsese la vista "Satalite" para observar la superficie verde.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Original Soundtrack (7): The Empire State of Mind

El estado de Nueva York es también conocido como el Empire State; según las malas lenguas (wikipedia) este apodo viene de un comentario de George Washington acerca de la centralidad de New York en el imperio (estadounidense?).
Así pues, esta denominación se ha convertido en el lema del estado y está inscrito en todas las matrículas de los coches. También ha dado nombre a uno de los más famosos rascacielos del mundo, el Empire State Building, sito en la 34th Street con 5th Ave y durante 40 años el edificio más alto del mundo.

En la celebración de un concierto benéfico el 11 de septiembre de 2009, en el Madison Square Garden, el cantante de hip hop Jay-Z y la estrella del Rythm & Blues Alicia Keys, estrenaron esta canción, The Empire State of Mind, en un juego de palabras difícilmente traducible que hace alusión a un estado mental particular cuando se está en el Empire State.

Con una enrevesada y pasional letra, describe de forma indolente, a ratos crítica, el alma de la ciudad. Su estribillo reza así:

New York!!!!
Concrete jungle where dreams are made of,
There's nothing you can’t do,
Now you're in New York!!!
These streets will make you feel brand new,
the lights will inspire you,
Let's hear it for New York, New York, New York

El video oficial, con imágenes de la ciudad, se puede ver aquí (incluso una versión con subtítulos en español, de peor calidad y mal traducida). Sin embargo dejo aquí la versión en directo del 22 de noviembre de 2009 (fresquita, de hace sólo una semana) grabada durante los American Music Awards:


Siento que esta sección todavía verse exclusivamente sobre NYC, pero es que aun debo de tener el Empire State of Mind. Prometo hacer un esfuerzo en la próxima entrada.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Disquisiciones con mi BlackBerry: la globalizacion estupida a 11.000 metros

Despues de las cremas antiarrugas, otro de los objetos de esta estupida globalizacion es el menda lerenda. Aunque en este caso, mi condicion de ser bastante humano y un relativo libre albedrio, me hacen tambien sujeto de esta supina estulticia: actor y director, juez y parte. Y ademas, desde esta tribuna, siempre espectador y ciudadano (toma ya).

Estoy escribiendo esto en mi blackberry, sentado en el asiento 19 Alfa de un 737 en el que hay cobertura GSM. Si tuviese ganas y dinero, podria poner esta entrada online desde 34.000 pies de altura.

Voy camino de Santander para una boda otoñal (notese el eufemismo estacional). Y ese es el tercer viaje que hago a Espana en menos de una semana: lunes en Madrid, reunion y mudanza; martes en Londres, comite de riesgos; miercoles y jueves en Barcelona, EMART; viernes de vuelta en EDFT; y ahora fin de semana nupcial en Santander. Seis vuelos y 9.000 km en una semana. Despertadores sonando a las 4h30, pocas horas de suenyo y aun menos horas de trabajo efectivo. Pero a las personas humanas aun nos gusta vernos las caras en esta alde global.

Cierto que esta semana ha sido fuera de lo comun. Pero desde que he llegado a Londres he tirado unas cuantas millas: a ojo, una vuelta y media al mundo (unos 60.000 km) en cuatro meses y medio (exactamente 114 dias). Los detalles mas tarde en otro post, porque acabo de decidir que quiero darme el placer de colgar una entrada en Manel & The City a 11.000 metros sobre la Bretana francesa. Maldita maravillosa tecnologia. Estupida globalizacion. Y cuan geek puedo llegar a ser.

Vuelta y media al mundo en cuatro meses y medio. Si los numeros no me fallan, voy casi tan rapido como Phileas Fogg (lleva dos g?), pero aun mas lejos. En adelante llamadme Willy.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Discretización arbitraria o de la ineficiente gestión británica de la luz solar

Discretizción, digitalización o conversión analógica-digital es, de forma poco rigurosa, el proceso de conversión de una magnitud, variable o señal de naturaleza continua en otra que adopta valores discretos.

Por ejemplo la altura de una persona o el tiempo entre dos instantes son siempre magnitudes continuas, mientras que la población de Francia o el parque automovilístico español son variables discretas, que además sólo pueden adoptar valores enteros.

Si adoptamos una postura kantiana, tomando como referencia los niveles de precisión de la percepción humana, podemos afirmar que la naturaleza presenta casi exclusivamente magnitudes continuas. Quede constancia de que esta afirmación no es plenamente satisfactoria, puesto que si descendemos al nivel atómico, hay evidencias de lo que ya intuyeron Demócrito y los atomistas en la antigua Grecia: todo en esencia es discreto.

Y sin embargo las magnitudes continuas con las que convivimos son intrínsecamente inconmensurables, y en nuestra inmensa sabiduría tendemos a simplificarlas (conversión, discretización). Ejemplo: cuando nos preguntan la edad decimos el número de años, pero raramente añadimos los meses, y nunca hacemos mención de días, horas, minutos, etc... En este caso estamos discretizando una magnitud continua para que su manejo sea más sencillo, al tiempo que intentamos minimizar la pérdida de información relevante, uno de los inconvenientes de este proceso (no es lo mismo decir que la chica nueva de la oficina mide "un metro y pico" que "un metro setenta y pico").

Esto mismo es lo que hacen todos los ordenadores y demás menaje del hogar, ya que sus microprocesadores sólo entienden y manejan magnitudes discretas.

Todo esto viene al caso de un molesto fenómeno de discretización que se lleva especialmente mal en el Reino Unido: la gestión de las horas de luz del día.

No vamos a discutir la comúnmente aceptada - pero no por ello menos arbitraria - división del día en 24 horas. Hasta aquí no hay discretización gracias a las existencia de unidades inferiores: horas, minutos, segundos, milisegundos, microsegundos, etc... Sin embargo la primera etapa de discretización llega al trazar 24 rayitas sobre el planeta Tierra que se han dado en llamar Meridianos y que definen los husos horarios y, en la mayoría de los casos, también los usos horarios.
En ese preciso instante, se decide que para un señora de Cádiz, va a ser la misma hora que para una señor de Barcelona, estando cada uno en un extremo del huso horario, habrá casi una diferencia de una hora en su ciclo solar: uséase, para el vecino de la ciudad condal amanecerá casi una hora antes que para nuestra amiga andaluza.

Si añadimos la discretización que la unidad política e histórica de Europa impone, asistimos a un fenómeno extraño: Santiago de Compostela y Belgrado comparten huso horario, pese a estar separados por más de dos "horas solares".

Todo esto no representa mayor problema si la gente esta contenta. Y convenimos que es difícil aunar descontentos por la hora: generalmente nos preocupamos por los impuestos, el salario mínimo, el paro, la sanidad pública, etc., mientras que la hora que marque el reloj al levantarnos por la mañana nos es inverosímil, como diría aquel. Se trata de una constante de de trabajo que no nos molestamos en discutir.

Algunas naciones, en ejercicio de su soberanía, y aunque con dudoso acierto, desafían al convertidor analógico-digital en estos asuntos: La francesa Oficina Internacional de la Hora, ahora dependiente de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas, fija el tiempo universal coordinado (UTC, véase aquí el reloj mundial oficial) y coordina la "digitalización" de la magnitud temporal en el planeta Tierra.

El último ejemplo de esto es la Venezuela de Hugo Chávez, que en 2008 abandonó la granularidad de la discretización horaria, y retrasó los relojes media hora, cambiando su refrencia husual al meridiano que pasa por el centro del país. Que nadie piense que Chávez es un original, puesto que países del Eje del Bien ya habían tomado medidas parecidas antes: Estados Unidos -con Hawai-, Canadá -con sus islas en la costa Este-, Nueva Zelanda o Australia mantienen horas fraccionales con respecto a la UTC (refiéranse amigitos, al mapa que hemos colocado unos párrafos más arriba).


Pues bien, pese a lo que pueda parecer, esta larga disquisición no es totalmente gratuita. Viene precisamente al caso por mi reciente constatación de un hecho gravísimo que el cambio de hora de hace un par de semanas no hace sino amplificar. Analícese la siguiente imagen.
Nótese que, a día de hoy, el sol sale hacia las 7h y se pone alrededor de las 16h20.
Si reflexionamos un poco sobre el alcance de estos datos, convendremos que esto es una auténtica barbaridad. Barbaridad con mayúscula (y no por estar detrás de un punto y seguido).
Máxime si consideramos que aun queda un mes y medio de reducción de luz solar; con lo cual, el sol puede acabar poniéndose a las 15h15, cuando ni siquiera ha empezado aun la larga sección de deportes del Telediario.

Y yo me pregunto ¿a quién le importa que el sol salga cuando se está aun en la cama o en la ducha?¿y quién en su sano juicio soporta tener que ver el final del Telediario del mediodía con luz artificial? Por no hablar de tener que usar gafas de visión nocturna al salir de la oficina.

Creo que como ciudadano, como miembro de respetable dimensión (en el seno de la comunidad, quiero decir), es mi deber impedir que este atentado a la lógica y al biorritmo mundial se produzca: el Reino Unido, en su penoso, castrador y ya habitual autismo europeo, ha decidido tener su propia hora al margen de Europa. Véase de nuevo en el mapita que UK está en la misma zona horaria que España y la mayor parte de Francia y sin embargo, estos tíos insisten en tener una hora menos. El efecto inmediato es, como ya hemos demostrado, que el sol se pone a una hora ridículamente temprana, agriando el buen carácter que por naturaleza tienen los británicos, haciendo más plomizo el gris plomizo del cielo, menos llevadera la lluvia y más deprimente, depresiva, teleadicta y alcohólica la sociedad en general.

Por ello, apelo a la Declaración de Derechos Humanos, y a las Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional en tanto que garantes de la misma, para que se termine con esta soberana injusticia que viola el derecho fundamental a salir del trabajo con una sonrisa en la cara y a disfrutar de las dosis de melanina necesarias para el correcto funcionamiento del organismo; por la presente entrada, declaro fundada la plataforma por el cambio de hora en el Reino Unido, por una mejor calidad de vida y el buen humor de sus ciudadanos.

Y ahora, después de un post tan largo y reivindicativo y como hace sol, me voy a dar una vuelta en bici por Primrose Hill. Como siempre, un saludo a los que hayan conseguido leer hasta el final.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Amsterdam: I will be back

Hasta la semana pasada, hacía más de 15 años que no había estado en Amsterdam. Tuve que ir por una conferencia/cursito sobre Cross-commodity trading, organizada por Energyforum.
Era uno de esos eventos en los que en realidad sólo valen realmente la pena un par de ponencias, y sobre todo sirve para ver y ser visto. Algo así como el baile de la Cruz Roja o las fiestas de Jesús Gil en el mundo de la farándula.

El caso es que pasé dos días en esta ciudad, uno de los más grandes puertos de Europa (junto con Rotterdam y Amberes forma el sistema ARA, puerta principal de entrada de materias primas en el continente y donde EDF Trading posee varias terminales de descarga de carbón).

Extraña rutina la de estos dos días de conferencia que sólo me ha permitido retener una imagen de la ciudad: hechizado por la vista desde mi habitación, observaba el cambio de luz, el ir y venir de las bagarras en esta parte del puerto. Desde las alturas del piso 19 del Mövenpick del centro, se puede observar el ajetreado tráfico del puerto al atardecer con BBC World dando el tiempo de fondo:
O escuchar por la mañana, antes de bajar al desayuno, los trenes entrar y salir de la Estación Amsterdam Centraal, auténtico dique de contención arquitectónico que separa la ciudad del puerto para mayor disfrute de los pequeños canales y mantenernos ignorantes del verdadero tráfico del puerto:
Un par de paseos, la animada noche en el cosmopolita y artificial Barrio Rojo, donde desaparece el rigor y formalidad del norte que impregna el resto de los ambientes. La sorprendente y divertida cantidad de bicis en la siempre lluviosa capital, los rutinariamente omnipresentes canales (auténticas vías de comunicación en esta Venecia del Norte), y un breve reencuentro con Leehe y Roy, excompis de SIPA y futuros anfitriones, fueron suficiente para decidir que voy a volver.

A sólo una hora y cuarto en avión. Otra ciudad que descubrir. El trabajo se acumula.

viernes, 30 de octubre de 2009

El cosquilleo de las primeras veces

Ayer, sentado, pensaba que cuando hay un cambio grande en la vida - o más bien en el modo de vida o el entorno -, como por ejemplo mudar de casa o de país, tengo una clara tendencia a dar importancia a ciertos detalles, generalmente nimios y relativos a la rutina diaria.

Me pasó cuando me mudé a NYC hace algo más de un año y me está pasando en mi nueva vida londinense: en una especie de fetichismo extraño, recuerdo la primera vez que hago cada cosa en la casa, en el trabajo, que ejecuto una acción, por natural que sea.

Por ejemplo, siempre soy consciente la primera vez que pongo una lavadora, que voy al supermercado, que uso una cazuela o el horno, que cambio las sábanas o lavo las toallas, o que friego los platos (esto último aun no lo he hecho, porque me sale sarpullido). Lo mismo ocurre en el trabajo: mi primer boli, el primer documento que leo, la primera hoja de paga, la primera reunión, o el primer cuaderno de notas que termino...

Es algo que ciertamente escapa a mi control. Al notar, advertir, experimentar una sensación conocida en un sitio distinto, se siente un cierto placer, ese cosquilleo divertido y fetichista de lo nuevo. Son pequeños destellos que nos (me) hacen apreciar estos cambios e imagino pueden ser adictivos. De aquí que haya gente que no se puede estar tranquila en casa, cambian de trabajo, de domicilio, etc... con cierta regularidad: se convierte en una necesidad. Quizás psicológicamente se pueda relacionar esto con el síndrome de Peter Pan, con el miedo a la responsabilidad o cualquier macabro referente sexual Freudiano.

Pero no se puede estar haciendo cosas nuevas a cada momento. Estos destellos tan frecuentes al principio, se van espaciando en el tiempo a medida que pasan los días, semanas o meses. Por mucho que tardemos en cambiar las sábanas la primera vez, una vez se ha hecho, los posteriores cambios de sábanas no producen la misma sensación.

A los casi cuatro meses de estar en Londres, quedan ya pocos pequeños gestos sin hacer, rutinas por ejecutar, y se entra en una fase en la que uno se acomoda, empieza realmente a sentirse en casa, en terreno conocido y seguro. Sin embargo aun hay destellos de novedad, una pequeña nota mental al experimentar de nuevo esa sensación y que le recuerdan a uno que todavía está aprendiendo, que aun hay mucho por descubrir y que apenas acaba de empezar a vivir la nueva ciudad...

Eso justamente es lo que me pasó ayer en el trabajo. Estaba yo sentado, en el baño de la oficina, perpetrando mi primer cagote en mi nuevo ambiente laboral. Por primera vez plantando un pino en un ambiente nuevo y distinto, poniendo un huevo, haciendo muñequitos, uséase: cagando. Lo que viene a ser (expresado más decorosamente) defecar, deponer, hacer aguas mayores, obrar, hacer caca, de vientre o popó. Sin ánimo de ahondar más en lo escatológico de esta entrada, consúltese aquí para una información más detallada sobre el particular.

Y me sentí vivo. Me sentí muy vivo realizando algo tan mundano, natural y rutinario en un ambiente nuevo, distinto; saboreando lo desconocido con esa mezcla de incertidumbre, curiosidad y expectación, pero con la confianza de un proceso muy familiar, en el que pocas cosas pueden fallar; me sentí lleno de esperanza, optimista, con fe en esta ciudad y todas las cosas que voy a hacer, los sitios que descubrir, gente por conocer, sensaciones distintas, costumbres diferentes..., pero los mismos mecanismos y gestos familiares. Y por supuesto me sentí con ganas de disfrutar a tope de todo esto. Ahora apliquémoslo.

martes, 27 de octubre de 2009

Original Soundtrack (6): Un verano en Nueva York

Si te quieres divertir
con encanto y con primor
sólo tienes que vivir
un verano en Nueva York

La letra es suficientemente explícita y no he podido resistir poner esta salsa larga, de las que agradeces cuando termina la canción para poder descansar los pies un ratito mientras Isabela te enseña pasos de salsa. Y además es la banda sonora perfecta para acompañar mi entrada sobre mi primer reencuentro con NYC de este verano. Y de los que vengan.

El Gran Combo de Puerto Rico es uno de los grupos más grandes de salsa, toda una institución en aquel país (Estado libre asociado de la Unión), y por tanto también en los Estados Unidos. Tanto, que fueron capaces de llenar el Yanquee Stadium con 50.000 espectadores... ¡en los años 70!

Chupaos eso Madonna, Michael Jackson y compañía...

Hoy en días son unos abuelitos venerables con mucha marcha que siguen congregando multitudes y actúan a menudo en NYC (clásicos ya en el programa estival de Central Park).

Aquí hay una versión en directo con los abuelitos en acción. Y ésta es la canción original con imágenes de la época, hechos ellos unos mozalbetes y con mucha marcha:

domingo, 25 de octubre de 2009

La globalización estúpida (o la crema viajera)

El título de la entrada mantiene un innegable parecido con otra famosa frase: "La economía, estúpido". Ésta, acuñada por el jefe de campaña de Bill Clinton en 1992, fue una de las piedras angulares de su victoria frente a Bush Senior y ha terminado usándose muy comúnmente.

Nótese sin embargo que hay un par de diferencias sustanciales: en el título de esta entrada no hay coma entre "globalización" y "estúpida" y hay un cambio de género en ésta última. El primer cambio descarta la posibilidad del vocativo de la frase original (es decir, no es que esté insultando a una mujer en lugar de a un hombre); y la concordancia de género confirma que en este caso el "estúpida" actúa como adjetivo en lugar de sustantivo.

Porque, aunque me parece positiva de forma general, la llamada globalización en ocasiones nos permite estulticias de magnitudes insospechadas. Y aquí paso a relatar una de las más sonadas que he perpetrado:

Cuando mi amigo Guillermo me pidió que le comprara una crema para su madre, todo parecía bastante sencillo. Wrinkle Repair, de Provectin Plus, se encuentra en los Walgreens por $29.99 plus taxes. Al parecer es una crema muy buena y por un precio muy asequible.

En aquellos ocupados días primaverales de la etapa post-exámenes y pre-graduación, intenté infructuosamente comprarla en el Walgreen de Union Square (14th Street con 4th Ave), donde él la había comprado en su anterior visita a NYC. No quedaba. Supongo que es un producto muy popular entre las madres, y a finales de curso, todos los hijos en NYC estaban haciendo acopio de regalitos para sus progenitoras.

Así pues, me embarqué durante tres semanas en el road trip que ya conocemos. Como sabía que de vuelta a NYC, entre maletas y despedidas, no tendría mucho tiempo para comprar la crema, y aprovechando que en la primera etapa del road trip, al lado de nuestro hotel en Las Vegas, había un Walgreens, compré la crema al inicio del viaje. Y así empieza el periplo de estas 6 oz (177 ml) de crema antiarrugas:
  1. Primero me acompañaron a lo largo de 4.000 km en la guantera de Latoya, durante dos semanas con temperaturas de hasta 40 °C.
  2. Al final del road trip, voló en la bodega de un avión, dentro de mi mochila, desde San Francisco hasta NYC: 4.200 km (y no se me ocurre a qué temperatura).
  3. Seguidamente, encontró su sitio en mi maleta de vuelta a España, y volvió a volar: otros 6.200 km hasta Valencia.
  4. Por otro despiste, y pese a que Guillermo pasó por Valencia, la crema todavía tuvo que hacer un par de saltos más: el primero para venirse conmigo a Londres en Julio, recorriendo 1.300 km más, esta vez con Easyjet.
  5. La siguiente vez que vi a Guillermo fue en un viaje de fin de semana en Irlanda el mes pasado; así que la cremita volvió a tomar el avión hasta Dublín: esta vez solo fueron 465 km.
  6. Allí, con Vitto, alquilamos un coche para ver los acantilados de Moher, Galway y ya de vuelta, Skerries y algún otro pueblo de pescadores en la costa Este al Norte de Dublín. En total 700 km en coche: pero esta vez mucho más confortable en el maletero de un Jaguar que nos dieron por el precio de un Focus.
  7. Relevado de mi gran responsabilidad, Guillermo se llevó de Dublín a Madrid la dichosa cremita: 1.450 km con Ryanair.
  8. Una vez en España, ya sólo quedaba la etapa Madrid-Santander, los últimos 455 km en coche, para que el tan añorado tubo de crema se reuniese con la madre de Guillermo.
Y este es el relato de cómo - bastante accidentalmente y durante tres meses- un tubo de crema viajó por todo el Oeste americano, San Francisco, New York, Valencia, Londres, atravesó Irlanda (dos veces), pasó por Madrid y terminó en Santander. En total, si mis cálculos no fallan hizo más de 5.000 km en coche, y unos 13.600 en avión.

Es cierto que esa crema se encuentra difícilmente en España, y que es cuatro veces más cara. Pero si contamos los litros de keroseno y los de gasolina que ese tubo de 200 gr ha podido representar, las emisiones de CO₂ y otros gases, los dolores de cabeza y la capacidad logística que ha consumido, no me queda claro que sea rentable traerla de esta manera...

Y al margen del rendimiento económico de la operación, si esto no es una estupidez globalizada, que venga Manolo y lo vea.

Nota: distancias medidas son Google Maps y Mapcrow.

jueves, 22 de octubre de 2009

Las 7 diferencias (I): los taxis

Es curioso cómo tendemos a compararlo todo, incluso en los casos en que no hay comparación posible.

A pesar de que Londres es la más americana de las ciudades europeas o la más Europea de las ciudades americanas, no me resisto a hacer comparaciones, ya sea con NYC o con París o España. Por eso empiezo con esta entrada una serie de comparaciones llamada las 7 diferencias.

Una de las primeras que me viene a la mente es algo tan cotidiano como los taxis. Recordad los taxis de NYC, de los que ya hemos hablado aquí.

Allá todos los conductores son extranjeros, apenas hablan inglés, hacen horarios de locos y cobran poco porque trabajan para compañías que son propietarias de los taxis y las licencias, cuyo business model incluye que el taxi no esté nunca parado (dos o tres turnos diarios por coche). En cambio, aquí en Londres, los taxistas son todos blancos, de mediana edad, con sus camisas de cuadros y pantalones cortos. De hecho, es sospechoso que no se vean taxistas negros, asiáticos o browns. Los de aquí tienen un nivel de vida bastante alto: viven en el mismo barrio posh que yo: cuando salgo por las mañanas, el taxi aun está aparcado en la puerta y al volver por la noche, ellos ya han terminado su jornada. Ya sé que es una opción más si me quedo sin trabajo y quiero mantener mi nivel de vida... veremos si por mi pelo rizado o mi color de piel no consigo la licencia.

Regulados por la London Public Carriage Office, frente a la NYC Taxi and Limousine Commission, los taxistas de aquí casi siempre son dueños de los coches (21.000 taxis para 24.000 conductores, mientras que en NYC hay 40.000 conductores para 13.000 medallions, a razón de $760.000 cada uno) y no aceptan tarjetas de crédito, son muy correctos y rara vez entablan conversación.

Los 21.000 coches son todos iguales (el famoso Hackney Carriage: aunque hay varias marcas que los producen, en décadas el aspecto exterior prácticamente no ha cambiado), sin embargo pueden ser de cualquier color, y aunque impera el negro y los sobrios, de vez en cuando se ve alguno rosa o azul celeste. Los neoyorquinos en cambio, tienen muchos modelos, pero el color y la rotulación exterior deben ser idénticos.

En Londres son muy caros (lo cual explica la diferencia de nivel de vida), y aunque hay más que en NYC (21.000 frente a 13.000), son más difíciles de encontrar, sobre todo por la noche. Eso sí, dada la extensión y dificultad del trazado urbano (y el hecho de que no usan GPS, al contrario que los taxistas españoles), ser taxista en Londres requiere una cierta pericia técnica y una correcta orientación. En la Gran Manzana, es justo lo contrario, basta con saber contar y en que dirección queda el Norte para llegar casi a cualquier parte de Manhattan.

Visto el precio y la escasez de taxis por la noche, cuando se terminan los metros (hacia medianoche), el menda, pese a ser asalariado, muchas veces vuelve a casa en la excelente red de buses nocturnos alimentados con petróleo venezolano. En NYC en cambio, siendo estudiante sin ingresos, y con un metro que funciona las 24h, rascaba menos tomar el taxi al volver de juerga.

Quizás sea algo extremo, pero es muy posible que esta aversión se deba al trauma de mi primera noche en Londres, hace algo más de tres meses: nada más aterrizar en Gatwick desde Valencia, empezando a trabajar al día siguiente y con retraso en la llegada, se me ocurrió ir a Victoria (la zona más cercana al aeropuerto) en taxi: la broma salió por £98, más que el propio avión!!! Mamá, yo quiero ser taxistaaaaaa!

sábado, 10 de octubre de 2009

El Nobel de Obama: Sorprendente y útil

Sorprendente y ridículamente polémica, la concesión del Nobel de la Paz a Obama va a disparar las ventas de su libro: The Audacity of Hope, el último incorporado a mi exigua lista de lecturas en la columna izquierda de este blog y que más adelante recomendaré calurosamente como herramienta para conocer los ideales y el posicionamiento de un animal político de clase indiscutible.
Apunte previo: No deja de tener cierta ironía, que el inventor de la dinamita, Alfred Nobel, enriquecido por sus logros en la industria armamentística (sin olvidar sus usos pacíficos), y quizás perseguido por un complejo de culpabilidad, instaurase este premio. Curiosamente es el único que decide una comisión del Parlamento noruego en lugar de la Fundación Nobel y no se entrega en Estocolmo, sino en Oslo (caso aparte es el de Economía, que ni siquiera es un premio Nobel como tal, sino otorgado por el Banco Central sueco en honor del inventor e industrial, pero no reconocido por la familia Nobel).

Ridícula e innecesaria polémica como decíamos, espoleada por medios conservadores, y que no resiste el simple examen de la lista de “oportunos” laureados anteriores. Esta lista deja entrever una actitud más voluntarista y facilitadora (en línea con un concepto constructivista o incluso idealista de las relaciones internacionales) que la de reconocimiento tardío que muestra el resto de premios donde efectivamente se premia un impacto pasado, real, certificado por el irremisiblemente purificador paso del tiempo, en materia de ciencia básica. Nótese que en el caso del premio Nobel de la Paz, y por la naturaleza de esta “disciplina”, el paso del tiempo (uséase, el filtro de la Historia) no es necesariamente un catalizador de objetivismo o de consenso.

Por eso se premia a hombres políticos que inician procesos de relevancia antes de que éstos den frutos. En ocasiones, ni siquiera los dan: véase el caso de Arafat y Peres (1994), al-Sadat (1978) o Kissinger (1973), todos ellos resultaron ser exponentes del realismo político y personajes de dudosa reputación pacifista. En ocasiones también se premia a organizaciones o iniciativas en momentos de crisis de confianza o identidad, como puedan ser Annan y la ONU (2001) - con sus acusaciones de corrupción; Gore y el cambio climático (2007) - puesto en duda por la administración Bush; o ElBaradei y La Agencia Internacional de la Energía Atómica (2005) - durante sus investigaciones en Iran.

En ocasiones esta arriesgada actitud falla estrepitosamente, como en la mayoría de los ejemplos del párrafo anterior. Pero otras veces sirve de impulso, de catalizador, de muestra de apoyo a iniciativas que son consideradas justas y necesarias por este comité. Ésta es la grandeza, pero también la miseria, del Premio Nobel de la Paz: mientras que los demás cómodamente certifican y recompensan, el de la Paz influye, construye, modifica, e impulsa, con todos los riesgos que eso entraña.

Pero no nos equivoquemos, el Nobel por sí solo tiene un efecto práctico puramente testimonial: brinda un impulso político muy pasajero y es financieramente insignificante para la escala de los retos que pretende solventar (un millón de Euros, menos que el ático de Zaplana en la Castellana). Supone más una palmadita en la espalda que un espaldarazo al premiado.

Y casi todos reconocemos la superioridad ética de las acciones emprendidas por Obama para alentar el diálogo y cooperación, frente al realismo político y unitaleralismo de las últimas administraciones: Guantánamo, Ley de emisiones y lucha contra el cambio climático en general, posicionamiento en Irak, apertura al Islam moderado, conversaciones para el desarmen nuclear empezando por el torpe y extemporáneo escudo antimisiles del Este de Europa, el restablecimiento de relaciones con Rusia, Cuba, Iran. Incluso en aquellas iniciativas por ahora fallidas e infructuosas como Afganistán y el conflicto palestino-israelí, al menos se abre un sano debate.

Pero si el mundo occidental, los aliados, la vieja Europa (odio el término "vieja" pero, al menos demográficamente hablando, es un calificativo adecuado para nuestro continente) no complementan la palmadita que recibirá Obama en Oslo el próximo diciembre con un verdadero espaldarazo, con hechos, ofreciendo crítica e interesada, pero también positiva, verdadera colaboración a todos los niveles (públicamente, en despachos, y sobre el terreno), el aura se debilitará, el impulso se desvanecerá y otra gran oportunidad se perderá. Máxime a tenor de los palos que está recibiendo en su propia casa por asuntos tan triviales para nosotros como su nueva Ley de Sanidad Pública (táchese lo de “Pública”, puesto que esa característica ya no procede: se ha caído del proyecto de Ley a las primeras de cambio).

Obama es un verdadero líder, un político de raza, que empezó de la nada, sin apoyo financiero ni aparato político, y que con su dominio del discurso como único recurso propio, consiguió infundir esperanza y motivar a miles voluntarios y millones de votantes. En sólo cuatro años ha conseguido un milagro, cristalizar el sueño americano: pasar de un joven y modesto senador estatal a Presidente de la primera potencia mundial. Y todo empezó con este discurso en la convención demócrata de 2004:



Estos diez minutos me convencieron para aportar mi granito de arena a su campaña. Y en el vídeo se ve claro: Obama tiene efectivamente la audacia de la esperanza.

Ayudémosle a mantenerla. Porque la esperanza, el posibilismo de los líderes es patrimonio de todos, mientras se contagie y mientras dure.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

De barbas y barbudos

Uno de los múltiples cambios que experimenta mi rutina diaria por mi reciente entrada en el mundo laboral es que ahora me tengo que afeitar más a menudo. Sí, de estudiante en NYC me afeitaba una vez a la semana o incluso menos, en función de la actividad social o las conferencias que hubiese en la escuela.

Ahora que soy un respetable trabajador, alguien que produce y paga impuestos - o al menos alguien que debe parecerlo -, tengo que ir presentable a la oficina y por tanto me afeito más frecuentemente. Sin embargo, con mi ingenieril manía de optimizar recursos y controlar la eficiencia de los procesos (léase pereza, vagancia), actualmente he conseguido parecer un componente de la respetable masa salarial afeitándome sólo dos veces a la semana. Y, modestia aparte, esto tiene más utilidad y mérito del que parece a simple vista.

Cierto es que no tengo mucha barba, y que me crece casi bien (con varios días parece que me esté dejando una perilla al más puro estilo mosquetero, solo me falta ir de negro y con gafas para parecer Quevedo), así que me afeito el lunes por la mañana, básicamente porque los lunes son los lunes. Martes no hace falta, puedo estar un día si afeitarme. Miércoles me vuelvo a afeitar y jueves vivo de rentas. El viernes, aunque ya empiezo a tener una nada desdeñable pelusilla, me beneficio del casual day y ni me afeito ni me pongo traje. Y el fin de semana, de rebelde ochentero en plan Miguel Bosé, tampoco me afeito.

Dos veces en siete días.

¿Por qué es tan importante? Es en realidad una manía que adquirí con mis primeros torpes y lentos afeitados, con 13 ó 14 años. Si añadimos que en algún Playboy leí lo que hay que saber sobre la gran ceremonia del afeitado y todos los ritos que conlleva (afeitarse siempre después de la ducha, templar la navaja, abrir los poros con agua caliente y/o masaje, etc.), se comprenderá porqué me cuesta 20 minutos afeitarme.

El resto son matemáticas básicas. Desde los 15 hasta los 85, afeitándose todos los días, al final de la carrera sale que a lo largo de la vida uno pasa afeitándose 511.000 minutos, 8.500 horas, o 355 días. Es decir prácticamente un año entero de la vida!!!

Así pues, desde los 15 años, partiendo de unas premisas falsas (con la experiencia que he adquirido, podría llegar a afeitarme hasta en 17 minutos), y por ese afición a la bella simplicidad de la matemáticas y la gran mentira de la estadística, he desarrollado el sentimiento de que el afeitado no es solamente una gran pérdida de tiempo, sino también una de las cosas más inútiles que hacemos. Tras descartar la depilación eléctrica primero y láser después, he minimizado el tiempo de afeitado en la forma arriba descrita. Otros genios llegaron a la misma conclusión que yo tiempo ha y fueron aun más coherentes en sus elecciones, lo cual les dejó más tiempo para crear en sus vidas:


Sin embargo toda gran verdad termina por imponerse a las sociedad de una forma u otra. Y así la barba se ha democratizado, alcanzando a todos los estratos sociales, no sólo por su excitante estética, sino por por simbolizar ese afán emprendedor, esa mejora permanente de la eficiencia. La barba permite ganar alguna batalla en esa guerra contra el tiempo que todo ser humano tiene perdida de antemano. Algunos representantes de este contemporáneo movimiento Carpe Diem:


Por fin la barba ya no es una cosa sólo de rojos nostálgicos y progres trasnochados que no terminan de superar la fallida revolución del 68, sino que ahora desde la Familia Real hasta el más humilde miembro de Nuevas Generaciones, pasando por oscarizados actores y emergentes figuras políticas de todos los rincones del planeta, se han convertido en orgullosos portadores de la misma.

Y es que todo tiene que cambiar para que todo siga igual, como decía aquél. Bien pensado, quizás empieza a ser tiempo de pensar en volver al bigote...


domingo, 20 de septiembre de 2009

Graduation and Commencement

Como parte de este proceso mental de transición entre mi vida estudiantil y laboral, entre América y Europa, NYC y Londres, incluyo aquí el relato de las - por qué no reconocerlo - emocionantes ceremonias de graduación que ya adelanté en una entrada anterior y que aun estoy terminando de digerir.

Como sabéis, hubo dos ceremonias distintas: una más "íntima", solamente con los graduados de SIPA, y una segunda, el commencement de toda la class of 2009 de la universidad de Columbia.

- SIPA Graduation -
Lunes 18 de mayo de 2009 a media mañana, 700 alumnos y alrededor de 1500 invitados se amontonan entorno a las dos entradas de Riverside Church - la de Riverside Ave. para los invitados y la de Claremont Ave. para los graduados. Emocionados tanto unos como otros, en el aire húmero y caliente del NYC de finales de mayo, se respira un nerviosismo algo histérico. Esta sensación colectiva aumenta mientras entramos en la iglesia de forma desordenada y a medida que se acerca el momento crucial, para alcanzar su cenit mientras los organizadores preparan la entrada de los 700 en la nave principal y quedamos todos ordenados en dos filas, por programa y orden alfabético, frente a una gran puerta cerrada. Tras una tensa espera y una vez todos los familiares instalados, los componentes de la Clase de 2009 hacemos nuestra ordenada y azul celeste entrada por el largo pasillo de la nave central de la iglesia, desfilamos envueltos por las notas de Pompa y Circunstancia de Elgar. La protección del banco en el que vamos a pasar las próximas dos horas relaja un poco los ánimos.

En el gran altar neogótico, el faculty de la escuela casi al completo, ataviado con ridículas túnicas y extravagantes gorros de los colores más diversos, recuerda la estética que se gastan en el Hogwarts de Harry Potter. John Coatsworth, decano de SIPA, el hombre que organizó la polémica conferencia de Ahmdainejad en Columbia, comenzó la ceremonia con una breve introducción, plagada de pequeñas bromas y guiños, al más puro estilo americano para no cansar a la audiencia y dio paso al General Scowcroft, padrino de la promoción del 2009.

Tras el discurso fácil, optimista e incluso progresista del General, el director de cada uno de los programas de la escuela llamó uno a uno a todos los alumnos de la promoción, el momento más emocionante y, desafortunadamente, una especie de concurso de popularidad medida por el nivel de aplausos del resto de alumnos. Luego hablaron tres representantes de los alumnos, entres ellos el delegado de clase, Bernie.

Columbia ha colgado el video de la ceremonia en Youtube, y yo lo incluyo en esta entrada:
Empezareis viendo la entrada en la iglesia, la introducción de Coatsworth, y luego el largo proceso de llamada a cada uno de los alumnos. El momento en que Guillermo Calvo me llama - y se equivoca en mi nombre - puede verse a partir del minuto 40'55". Afortunadamente, moviendo el cursor en Youtube, se puede avanzar hasta el punto deseado del video :o)

Tras la ceremonia, ya completamente eufóricos, se sirvió un piscolabis en el patio de la escuela, donde pudimos saludar a profesores, compañeros y familiares. Después, un grupo de amigos y familiares fuimos a cenar a un restaurante y luego salimos de fiesta hasta el amanecer. Constaté que no es fácil encontrar un diner a las 6 de la mañana para desayunar un plato combinado.


- Columbia Commencement 2009 -

Más rodados en estos menesteres, dos días después de la graduación, miércoles 20 de mayo por la mañana, bajo un sol de justicia, tuvo lugar el commencement, histórica ceremonia en la que los decanos de cada escuela presentan a los alumnos que han cumplido los requisitos para graduarse y solicitan a los Trustees (Consejo de la Universidad, en castizo) y al President of the University (en cristiano: el magnífico rector) que otorguen los títulos para los que hemos estado estudiando.

Cerca de 12.000 personas graduándose, todos vestidos del azul celeste de Columbia, acompañados por todo el claustro de profesores y por unos 25.000 familiares y allegados, en el centro del campus de la universidad.

Cada escuela lleva un pequeño accesorio para distinguir a las poblaciones en la marabunta azul: los de la Law School una maza de juez, los de odontología unos cepillos hinchables, et ainsi de suite... y los de SIPA banderas de los países de filiación. Por algo el máster más importante de la escuela es el de International Affairs.

La desordenada entrada en el campus, formando parte de la marea azul, es también impresionante, aunque de manera distinta a la de la graduación. La única coincidencia es la música que suena de fondo: Pompa y circunstancia de Elgar.

Como cualquier ceremonia que se precie en USA (deportiva, social, religiosa, etc.), el acto comienza con el himno americano, cantado con mucha emoción por una alumna de la promoción (0'40"). Después los discursos son infinitos y muy pesados, se nombran algunos doctores Honoris Causa y finalmente cada decano presenta a su clase. Coatsworth nos presenta a los de SIPA, que somos los más ruidosos y no le dejamos hablar con nuestros aplausos y gritos (empieza en el 1h20'40"), particularmente cuando hace una broma sobre la postura política del alumnado. Tras las presentaciones de todas las escuelas y con un nivel de deshidratación más que considerable, sólo aliviado por la circulación de alguna petaca y unas cervezas que Isa introdujo subrepticiamente en el foro, el Presidente Bollinger concede los títulos a toda la clase del 2009 (1h43'40"). Acto seguido suena el himno de la universidad, que sorprendentemente, comparte música con el himno alemán... (lástima no haber hecho la Law School, porque aquí ¡hay un buen caso por los derechos!).

Para cerrar el acto, y a modo de despedida, suena una de nuestras canciones preferidas, ya protagonista de una entrada en este blog: New York, New York (1h47'50"). Los tiempos dados entre paréntesis se corresponden a los de este otro video:

Tras algunas lagrimitas, los alumnos volvimos a SIPA a recoger los diplomas - todos excepto los de mi clase, que no nos graduamos oficialmente hasta octubre. Los de PEPM en cambio, tuvimos una comida formal con algunos profesores y familiares en el piso 15.

Esa noche, el 20 de mayo de 2009, el Empire State Building se vistió también con los colores de Columbia (véanse aquí los colores del Empire State y su significado). Una razón más para las exhorbitantes tasas de las universidades americanas. Pero ¿y la emoción? La emoción no tiene precio. Master Card.