miércoles, 10 de agosto de 2011

Día 1 - NYC revisited

Estreno el vuelo directo Valencia-Nueva York de Delta. En un avión que parece pequeño para un vuelo tan largo (un 757, con sólo seis asientos por fila, como los aviones que van de España a Londres) me doy cuenta de que es 5 de julio. Curiosa coincidencia: justo el mismo día en que, hace tres años, volé a NYC para estudiar durante más de un curso completo en Columbia.

Llevo dos años sin pisar NYC, la city original a que hace referencia el título de este blog. Y la he echado mucho de menos. A NYC y a la gente con la que pasé aquellos 12 meses.

Quizás debería haber empezado por esta fecha la serie de entradas sobre mi estancia en NYC este verano, pero no me ha apetecido hacerlo cronológicamente, de forma que esta quinta entrada de la serie se corresponde con mi primer día de viaje. Todas las entradas relacionadas con este viaje llevarán la etiqueta "NYC revisited".

Como siempre, con poca organización, me quedo temporalmente en casa de mi amigo Mario, en TriBeCa (véase en el enlace la insigne lista de vecinos). Y ya en mi primer día tengo que ir a la escuela en la que me he inscrito al curso de fotografía.
El viaje en el A train desde el aeropuerto JFK hasta Manhattan fue como una redención después de todo este tiempo, un reencuentro con NYC a través de una eclosión de sensaciones neoyorquinas mientras los cinco sentidos saturan al mismo tiempo: los olores fuertes y desagradables en la estación, el ruido ensordecedor del tren al llegar y el también estruendoso silencio de sus pasajeros en el interior, los colores apagados del vagón acentuados por esa lechosa luz fluorescente de los trenes antiguos que aun se usan en la línea A y, por supuesto, el aire acondicionado en modo “glacial” que pone la carne de gallina en los metros vacíos de NYC.

Pero, a parte de estas sensaciones puramente físicas, el hecho que intelectualmente me hizo asumir, comprender que ya estaba realmente en NYC, fue lo que vi en mi paseo desde la estación de Canal St hasta casa de Mario en N. Moore St. Caminando bajo un sol aplastante con mis dos maletas por Franklin St había un toldo blanco enorme instalado en medio de la calle, con cámaras de televisión, fotógrafos, periodistas y un par de camiones con antenas satélite para emitir en directo; todos sentados en sillas plegables, con las cabezas casi metidas dentro del recipiente de plástico de comida para llevar y levantando de vez en cuanto la vista para mirar al otro lado de la calle.

Era DSK Beach – bautizada así por el programa Paris Plage que organiza la Mairie de Paris y que consiste en poner arena, algunas macetas, tumbonas y aspersores de agua al borde del Sena en el mes de agosto creando una especie de playa ilusoria para parisinos. De un modo similar, los periodistas de todos los medios de comunicación han acampado en la acera norte de Franklin St, justo enfrente del número 153, donde está el pisito de Dominique Strauss-Kahn (DSK) y su mujer durante su aventura neoyorquina.

No es que estas cosas sólo pasen en NYC, pero sólo aquí pueden llevarse a estos extremos. Pasé varias veces por esa calle y este es el panorama que vi:

Y este es el que ve él cuando sale de su casa:

lunes, 1 de agosto de 2011

Día 10 - Cazafantasmas en Brooklyn

En el sinfín de actividades que propone NYC en verano hay muchos cines de verano en parques públicos, terrazas o terrenos desafectados. El jueves 14 de julio, mientras los franceses veían los únicos fuegos artificiales decentes del año y terminaban su noche bolingas perdidos en los bailes de los bomberos de cada barrio, David, Ana, Sabina, mi hermano Jaume y yo nos decidimos por Ghostbusters en el nuevo Brooklyn Bridge Park.

Debo reconocer que hace unos meses fui a verla en un cine que pone películas vintage (uséase, viejas) en Londres y que al poco me compré el dvd para poder verla en casa también. Pero es que es una película de esas que mejora con el tiempo, y además una oda a NYC cuyas localizaciones vale la pena visitar.

Y sin embargo me lo pasé como un enano viéndola de nuevo, con esas primeras escenas en el campus de Columbia University, en la improbable cátedra de estudios paranormales. Y con un estupendo picnic, postre incluido y un par de botellas de vino escondidas en bolsas de papel y con vasos opacos para que no nos cayera una multa (en los parques de NYC esta prohibido beber y fumar).



Lo mejor, además de la compañía, la luna casi llena y el margarita que nos tomamos después en Pedro's, fue la experiencia de ver una película bajo el puente de Brooklyn y con una vista insuperable de downtown Manhattan que cambiaba de color por minutos. Esta imagen es una muestra de las dos películas que veía al mismo tiempo: