martes, 23 de marzo de 2010

Colombia trip report (5): Primeros días en Bogotá

Mi primera noche en Bogotá salimos a Andrés Carne de Res, uno de los sitios más conocidos de Bogotá. Es una mazcla de asador, discoteca y café teatro. Un sitio realmente interesante, originariamente en las afueras de Bogotá, pero que ha abierto una sucursal en la ciudad (a la que fuimos). Más de 15 personas de SIPA y allegados. Conocí a un par de personas interesantes: Francisco, MPA de Harvard, antiguo jefe de Dan y consultor por cuenta propia en Buenos Aires; y también Adam, un SIPA 2008 que trabaja en la Fed de NYC, en mercados fiancieros, y que redacta informes sobre los PIIGS y no entiende porque los mercados internacionales castigan a la deuda española.

Pese a ser un sitio bastante pijo para Colombia, la comida es bastante barata. En cambio el alcohol es tan caro o más que en Europa. Y esta parece ser la tónica general en el país.

El domingo fuimos a visitar la Catedral de Sal, una impresionante mina de sal todavía en explotación en sus niveles más bajos, y cuyos primeros niveles, ya agotados, se convirtieron en Catedral subterránea en los años 90. Lo más emocionante de la vista fue el viaje en buseta hasta el lugar.

Para un europeo, acostumbrado hace ya décadas a cinturones de seguridad en todos lados, frenos ABS, ventanas cerradas por aire acondicionado, firme relativamente correcto... aquí, los buses vibran como si fuesen a despegar del suelo, y de hecho, en algunos baches llegan a despegar. No hay cinturones, admiten a más pasajeros que asientos y conducen si frenos; así, incluso en al autopista pitan a los coches que cambian de carriel a 100m para avisarles de que llegan. No es extraño que en vías de dos carriles, circulen tres buses en paralelo durante los adelantamientos. Toda una experiencia, vamos. Y sin embargo los pasajeros ni se inmutan por los frenazos o las curvas cerradas, se respira una sensación de tranquilidad, de seguridad. Probablemente conducir aquí requiera más concentración y esfuerzo físico que en el mundo desarrollado.

Después de la visita, aprovechando que en Bogotá se celebra ahora el Festival Internacional de Teatro, fuimos Isa, Dan, Rocío y yo a ver un espectáculo argentino, Tango de Burdel, Salón y Calle, dirigido por Julio Bocca y que repasa la historia del tango. En mi lista de buenos propósitos para 2010, aun inédita, ya hay una línea para tomar clases de tango.

Terminamos la noche en un sitio llamado La Puerta Grande, un sitio de tapas español, bien ambientado y en el que los posavasos eran fotos de Fernan-Gómez, Alaska, Rosario o Rodríguez de la Fuente. En línea con mi anterior comentario sobre el precio de las bebidas, aquí tuvimos el placer de pagar 200.000 pesos colombianos por dos botellas de Beronia (unos $100).

Hoy paseo tranquilo por todo el centro (barrio de la Candelaria), incluido el palacio de Nariño, donde Rajoy estuvo de visita oficial al presidente saliente Uribe hace solo un par de días. Y mañana despegamos hacia Santa Marta, en la costa caribeña del país. Seguiremos informando. O no.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿POR QUÉ ESCRIBIMOS?

Le falta a su diario,en mi opinión, lo que importa más al lector: su experiencia. Eso que nadie más podría narrar. No hace falta, me parece, que invite al lector con letras y subrayados azules a evadir su narración en aras de confirmar la existencia de su objeto. Ahora bien, no niego que pueda ser el caso, como lo ha sido antes, de ser yo quien este evadiendo el azul. Ese tipo de información; esos datos me importan poco. Es que no despiertan mis sentidos ni mi imaginación. Me hacen falta olores, colores, rostros, emociones, sensaciones, dudas, desencuentros....y menos precios y comparaciones, digamos obvias.

El viaje en buseta, por ejemplo, que interesante sería (para este caprichoso lector),saber a que olió ese viaje, cuántas miradas evadieron o no la suya, cuántas evadió ustéd, ¿hubo algún contacto inesperado?,¿sintió miedo en algún momento?, ¿miró los senos de alguna mujer vibrar al son de la marcha que dictaba el pavimento?

O bien, ¿por qué caminaba "tranquilo" por el barrio de la Candelaria? ¿Es que las botellas de Beronia mezcladas con las imágenes de esos cuerpos argentinos entrelazados abrieron "La Puerta Grande" la noche anterior?

En fin... Y es que yo veo que le gusta escribir...sino ¿porqué ocuparse de oprimir teclas?

Espero que la narración de Santa Marta, sea menos santa y menos muerta. Y si, escriba. Sí.


Nota: Se festeja el XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá; que no -internacional-.
Un pequeño suicidio azul, le llamo yo. Un punto para el lector.

marta dijo...

Disfruta de mi santa ;)

Anónimo dijo...

Marta querida...¿otra vez queriendo ser la medida de todas las cosas? El mundo no es "el mundo de Marta".
Que disfrute, sí. Eso sí. Que disfrute.

Nota: Yo también traigo entre las cejas ( y las piernas) eso de "chocar para sentir".

mapachito violento dijo...

Afortunadamente, escribimos porque tenemos la libertad de escribir y también tenemos la suerte de que no nos pongan una pistola entre ceja y ceja (ni en la entrepierna) obligándonos a leer lo que no nos gusta.
Manel, estamos esperando ya el siguiente Colombia trip report ;)

Anónimo dijo...

Cierto. Cierto que lo dice el mapachito, violento. Ahora bien,escribir no sólo es un acto del libre albedrío; escribir conlleva un grado de responsabilidad. (O qué, ¿uno lanza una piedra al río, esperando que no desate ondas?)

Por el contrario, para el lector la libertad no es la misma. El lector, al menos asi lo pienso yo, es una especie de víctima cautiva. ¿Por qué? Porque es lector. Su condición (y maldición diría yo) es esa: leer. Si encuentra un texto, ¿qué hace? lo lee, sin pistola que lo obligue ( ya sea entre las cejas o en la entrepierna) . Sólo actúa conforme a su condición de lector. Y sólo una vez que lo ha leído, es capaz de juzgar su contenido, su forma, qué se yo, todo según sus caprichos. Así las cosas, queda claro que la libertad del lector consiste en volver ,o no, a leer el texto; y no en leerlo o no leerlo, porque para juzgarlo tuvo que leerlo. Y ante tan desigual condición, es justo que se le otorgue el derecho de manifestar su juicio, su opinión.