martes, 31 de mayo de 2011

¿De qué habla cuando habla de correr?

Hace un par de meses recibí un libro por Sant Jordi: "De qué hablo cuando hablo de correr", de Haruki Murakami, que ya he terminado de leer y por tanto reseñado en la columna a la derecha de este texto.

Se trata de una suerte de memorias organizadas alrededor de la gran afición del autor por ese deporte. Ya es célebre este japonés de tardía vocación de novelista y aun más tardía de corredor de fondo, que un día, contemplando el cielo durante un partido de béisbol decidió que se iba a dedicar a escribir. Tras un par de años compaginando la escritura con el club de jazz que regentaba, pasa a escribir a tiempo completo. Pero para mantener la salud física y mental, empieza también a correr, llegando a hacer maratones, ultramaratones y, últimamente, triatlones.

El libro, imbuido de un tono ciertamente filosófico, me hizo reflexionar sobre la vida y el saber estar con uno mismo. Veo cómo algunos de mis amigos, superada la treintena y generalmente emparejados de manera bastante estable, cambian su vida social por los deportes de fondo que practica Marukami, en algo así como un signo de madurez. Una madurez ahogada, reprimida, paradójicamente con ciertos visos de infantilismo, otra expresión del sempiterno miedo a la muerte, pero que al fin y al cabo representa ese proceso de cambio consistente en dirigir la mirada más hacia uno mismo, en agudizar un poco el oído para oír a su propio cuerpo, para escuchar un poco mejor el alma propia, que debe de ser la madurez.

No pretendo ni mucho menos haber siquiera iniciado esa etapa. Sin embargo empatizo bastante con mis allegados que la han comenzado. Y tras la lectura del libro, en un voluntarismo más típico de un adolescente, me he dicho que quiero escribir más y correr un poco. Tanto es así, que la semana pasada, justo después de terminar el libro, me fui a correr yo solo por Regent's Canal; y en el día de hoy he escrito ya cuatro posts (cuya publicación programaré de forma escalonada).

Además de las estupendas referencias musicales para usar en carrera, estas son algunos de los pasajes del libro que he subrayado en mi ejemplar de esta 8ª edición publicada en la colección Andanzas de Tusquets:

En la vida, a excepción de esa época en la que se es realmente joven, hay que establecerse prioridades. Hay que repartir ordenadamente el tiempo y las energías. Si, antes de llegar a cierta edad, no dejas bien instalado en tu interior un sistema como ése, la vida acaba volviéndose monótona y carente de sentido. Pp 56 y 57.

Así es la escuela. Lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas mas importantes no pueden aprenderse allí. P 65.

En cualquier caso, fue así como empecé a correr. Treinta y tres años. Esa edad tenía entonces. Todavía era bastante joven pero ya no podía decirse que fuera un “joven”. Es la edad a la que murió Jesucristo. Más o menos a esa edad había empezado el declive de Scott Fitzgerald. a la que empezó. Tal vez sea una de las encrucijadas de la vida. A esas edad comencé mi vida como corredor y, poco después, me situé en el verdadero punto de partida como novelista. P 67.

Y es que el tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente muy fino. P 75.

Cuando uno se lleva un susto tan tremendo como ése, se le queda grabado y aprende algo de él. La mayoría de las veces, el dolor físico es necesario para asimilar bien los fundamentos de las cosas. P 184.

Alzo la vista hacia el cielo. [...] Sólo veo despreocupadas nubes estivales flotando suavemente sobre el océano Pacífico. Y no me cuentan nada. Las nubes nunca han sido muy habladoras. Supongo que no debería mirar al cielo. Más bien debería dirigir la mirada hacia mi interior. Lo intento. Es como asomarse a un profundo pozo. [...] Lo único que se ve allí es mi naturaleza de siempre: individualista, testaruda, falta de compañerismo, a menudo egoísta [...]. Ya he recorrido un largo camino con ella a cuestas, como si fuera una vieja bolsa de viaje. No la acarreo porque me guste. Para lo que contiene, pesa demasiado, y [...] Además, también está llena de rotos y descosidos. Simplemente no había por ahí otra cosa, así que no he tenido más remedio que traérmela a ella. Pero, en cierto modo, también le he tomado cariño. Por supuesto. P196.

Y es que, por muy mayor que uno se haga, mientras viva siempre descubre cosas nuevas sobre uno mismo. Por mucho tiempo que uno pase desnudo escrutándose ante al espejo, éste nunca llegará a reflejar su interior. P212.

domingo, 29 de mayo de 2011

Original Soundtrack (14): Layla, at the Royal Albert Hall

Para esta nueva entrada musical, y contrariamente a lo habitual, no voy a usar ninguna canción que haga referencia a Londres o a NYC, sino una canción que oí el martes aquí en un exepcional concierto, y que también ha sonado en NYC.

Tras haber comprado las entradas hace unos seis meses, el martes pasado asistí finalmente al concierto de Eric Clapton en el Royal Albert Hall, parte de su 2011 Tour. Nunca había escuchado a slowhand en directo, a este genio de la guitarra, de todas las guitarras. No es que traiga nada nuevo, pero sus viejos éxitos son ya clásicos en toda regla que no necesitan más acicate. Y es que este tío de más de 65 tacos aun toca la guitarra como si fuese una extensión de si mismo y se marca unos solos impresionantes acompañado por su magnífica banda, perfectamente encuadrada.

Esto es una muestra de lo que vi desde mi asiento:



He elegido Layla porque es una de mis canciones preferidas, tiene una historia bastante curiosa detrás y porque también hay una versión muy diferente, tocada con guitarra eléctrica, en el Madison Square Garden de NYC en 1999:


En ambas versiones, nuestro amigo Eric se marca unos solos increíbles con apabullante naturalidad, l'air de rien, con un dominio del instrumento que se ve poco en los músicos de hoy en día. Pero no sólo es una cuestión de técnica en el manejo del instrumento: también la influencia de Clapton en la música, sacando al blues de los tugurios negros del golfo para internacionalizarlo, para mezclarlo con el rock, y los demás sonidos que exploró y adaptó, hacen de él un Dios.

No en vano eso es lo que rezaba esta famosa pintada en el metro de Islington (al ladito de donde escribo y moro) en 1967, en lo que se convertiría en uno de los graffitis habituales en los 70:

Preguntas inverosímiles: uñas largas

Aeropuerto de Valencia, viernes 20 de mayo, control de pasaportes para el vuelo de las 17h35 proveniente de Londres (sí, el menda se gastó 176 £ para ir a votar a las elecciones del 22-M; un gasto con utilidad marginal nula - léase negativa si atendemos a las externalidades del asunto. Pero esto es harina de otro costal).

Asombrado me quedo al ver las uñas del policía nacional que sostiene mi DNI con ambas manos: sendas uñas del dedo meñique miden más de un centímetro, cual garras de buitre carroñero y con la consecuente acumulación de mierda. Al llega a casa, estuve pensando en meter el DNI en la lavadora, pero como es electrónico tuve miedo de producir algún cortocircuito, así que al final sólo lo desinfecté con alcohol.

Es curioso que en España se ven bastante a menudo especímenes de esta tribu: hombres que se dejan las uñas del meñique largas (a veces solamente una de ellas, y generalmente las demás dedos presentan unas uñas normales). ¿Os habéis fijado?

¿Por qué hay hombres que se dejan las uñas del meñique inusitadamente largas?

La verdad es que mi limitada imaginación no acierta a encontrar una explicación para este fenómeno. Si algún lector tiene una teoría plausible, ruego la comparta para nuestro conocimiento y sabiduría.

Aun así, me atreveré a formular un par de hipótesis poco probables que se me pasaron por la cabeza hace años y que el episodio en el Aeropuerto Internacional de Valencia me recordaron:

1) Cuando son ambos meñiques, podría ser simplemente una solución práctica pasa sacarse la cera de las orejas. Es de sobra conocido que los médicos recomiendan no usar los bastoncitos de algodón puesto que éstos la empujan hacia dentro del oído; mientras que una uña dura y bien afilada, con su curvatura natural puede trabajar a modo de pala de excavadora y maximizar el rendimiento de esta prospección extractiva.

2) Cuando sólo se dejan larga una de las uñas, mi mente calenturienta de adolescente se dijo que podría ser una solución práctica para liar porros: una vez que el cigarrillo se ha liado con cierta torpeza, se empuja hacia a dentro el tabaco para compactarlo un poco (nótese que esto probablemente indica que mi experiencia liando es muy limitada...).