domingo, 29 de agosto de 2010

Coincidencias Londinenses: Yo y Vladimir, Vladimir y yo.

Coincidencias. La vida está hecha de coincidencias de todos los tipos: afortunadas, improbables, terroríficas, inofensivas, graciosas, destructoras, imposibles, catalizadoras… o simplemente incatalogables.

Una de estas casualidades me llamó la atención al poco de mudarme a Lloyd Street; pero vayamos por partes:

En 2001, en mi primera estancia en París durante dos meses y medio para hacer mi proyecto de fin de carrera en General Electric, compartí un appart en el 6 rue Marie Rose, sexto piso. Allí, pagando una auténtica fortuna por 55 metros cuadrados generosamente contados, vivimos cuatro compañeros de Supélec: Fáquer, Napo, Elena y yo; en una huida necesaria tras dos años en el bucólico campus de la escuela a las afueras de París y con la excitación de vivir por fin dentro de los confines del glamour parisino.

Casualmente, en el mismo edificio, en el portal contiguo, el número cuatro, residió Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin, en su etapa parisina entre 1909 y 1912. Su apartamento incluso se convirtió en un museo sin pretensiones, un lugar de peregrinación para nostálgicos o idealistas fieles aun al ideario extraviado; lo que he podido encontrar en Internet me hace pensar que hoy en día muy probablemente este discreto y barato museo esté cerrado. Y es que el pensamiento único actual y la flagrante y generalizada falta de cultura reinante, necesaria para que el diseño societal que nos han dado funcione, están acabando con todo atisbo de crítica y sus huellas históricas. Hablando en plata, seguramente no han conseguido los 12.000 euros de subvención que necesitan para que funcione decentemente, básicamente porque alguien se los ha fumado.

Ni que decir tiene que ser vecinos de Lenin, para jóvenes de la generación X (la última que creció con el telón de acero aun levantado), es una coincidencia digna de mención, reveladora de que París, el lugar en el que habíamos decidido instalarnos a vivir, es realmente un lugar con mucha Historia y no menos historias.

Pues bueno, la concidencia aumenta cuando, en 2009, a los pocos días de mudarme al 16 Lloyd Square, todavía probando el camino más agradable para ir a trabajar, me encuentro a unos pocos metros de casa, atravesando Percy Circus, la siguiente placa:


Y es que el camarada Vladimir también vivió en Londres algunas temporadas entre 1902 y 1911, para proseguir su actividad política y su estudio (no sin dificultades obtuvo un pase de lector para la British Library, en la vecina Euston Road). Parece cuando menos curioso que servidor haya sido, por dos veces, en dos capitales europeas distintas y con un siglo de diferencia, vecino de este personaje histórico.

Aunque nos han repetido muchas veces que correlación no implica causalidad, también es cierto que no tiene por qué implicar casualidad. Así pues, tras un breve análisis biográfico del personaje, concluyo que es posible (sin valorar la probabilidad de la cuestión) que en un futuro no muy lejano, la City de Manel sea Zurich, Moscú o San Petersburgo.

Original Soundtrack (10): Art Blakey & The Jazz Messengers

Otro disco que suena últimamente mucho en casa (aunque Jaume proteste cuando está por aquí) es Moanin', Art Blakey and The Jazz Messengers.

Importantes exponentes del hardbop, la banda liberada por el batería me era completamente desconocida hasta que una casualidad los puso en mi camino, o más bien en mi oído. Una tarde de domingo lluvioso en Soho, después del brunch con Arnaud y Deborah en Bohème, ésta nos llevó a una de las librerías más clásicas de Londres, Foyles.

Templos de acumulación del apasionante e insustituible papel impreso, la librerías me vuelven un poco loco, como si de un parque de atracciones se tratase. Puedo pasar horas en ellas, incluso sin comprar nada, sólo recorriendo estanterías y leyendo reseñas en las contraportadas de todas las secciones. Pero esto es madera para otra entrada,nosotros a lo nuestro. Después de vagar hora y pico por los primeros cuatro pisos de la librería, llego al quinto, dedicado a la música: una infinidad de libros sobre música y todo tipo de métodos musicales y partituras. En una de las esquinas del edificio, pasando por una puerta, hay una tienda de discos (ahora que el vinilo vuelve a estar en boga, me parece adecuado volver a utilizar esta denominación), una tienda que solo vende discos de Jazz.

Casi vacía, con ventanales que permiten ver el cielo gris sobre Soho, la tienda la lleva un dependiente que se pasea por los pasillos ordenando CDs y vinilos con el cariño de quien organiza su propia discoteca. De vez en cuando se vuelve al mostrador para cambiar el disco que está sonando. La canción que suena es Along Came Betty, de Art Blakey y los Jazz Messengers. Me lo llevo en una versión de Blue Note:


La canción que da título al álbum también es sobrecogedora. Aquí en directo. Lo siento, Jaume ;o)

miércoles, 4 de agosto de 2010

Dos años de Manel & The City

Hace algo más de dos años que Manel & The City vio la luz un domingo de resaca, en la calle 96 del Upper West Side, apenas empezadas las clases y mientras aun buscaba alojamiento para pasar el resto del año.

Éste es el texto que escribí entonces a modo de descripción del sitio:
"13 de julio de 2008: Llegué hace una semana a Nueva York (desde ahora NYC) a estudiar durante algo más de un año. Aquí publicaré comentarios y pensamientos acerca de esta experiencia".

Y esta es la primera entrada que firmé:

Inauguracion del blog Manel & The City
"Hoy, domingo 13 de julio, a las 10h19 Eastern Time, una semana despues de mi llegada a NYC, inauguro este blog".

Sin pompa ni circunstancia, y lo que es peor, sin acentos."

Al poco tiempo, conseguí incluso cambiar la configuración del teclado para escribir con acentos. Seis años de ingeniería deberían servir para algo... Ahora sigo escribiendo en configuración en español, sea cual sea el teclado que tenga.

Muy rápido ha pasado el tiempo. Afortunadamente, di de alta un servicio de estadísticas que permite poner las cosas a escala natural. Estos son algunos de los números que tiene Manel & The City desde su creación hasta hoy mismo, 4 de agosto:
  • 171 artículos publicados (uno cada 4,4 días)
  • 4 seguidores declarados
  • 4.066 usuarios únicos visitaron el blog
  • 9.514 visitas realizadas en total*
  • 16.862 páginas vistas
  • 2'07" de duración media de cada visita
  • 73 países distintos en origen de las visitas, abriendo la clasificación por número de visitas España, seguida de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, México, República Dominicana y Colombia; y con presencia meramente accidental de Indonesia, Austria, Egipto, Croacia y Hungría.
No sé de qué habrá servido todo esto a esos cuatro seguidores, o a los 4.066 visitantes. En cualquier caso, a mi me sigue sirviendo escribir lo que se me pasa por la cabeza con cierta regularidad.

*Aunque es interesante ver estas cifras, como toda estadística, estos números mienten. Muy probablemente una cuarta parte de las visitas sean mías.

martes, 3 de agosto de 2010

Las glorias deportivas...


11 de julio, final de la Copa del Mundo de fútbol en Suráfrica.

Domingo por la noche. Después de un fin de semana de despedida de soltero en Valencia, estoy en el aeropuerto, esperando el vuelo de Easyjet que me llevará de vuelta a Londres. No hay ni una sola pantalla de televisión en el aeropuerto, pero algunos viajeros con ordenador y conexión a internet ponen el partido en la sala de espera y detrás de cada pantalla se arremolinan un par de docenas de personas. Por una vez el retraso del avión no me molesta. Llegamos a la prórroga. Empezamos a embarcar. Los últimos entramos al final de la primera parte de la prórroga. La página del New York Times para blackberry es la más eficiente para conocer resultados (están en portada y se refresca muy a menudo). El avión cierra puertas y abandona su aparcamiento. Desoyendo las instrucciones, sigo consultando el Blackberry: refresh. Avanzamos por la pista auxiliar. Refresh. Maniobra para entrar en pista. Refresh. Estamos en cabecera de pista. Refresh. Minuto cinco de la segunda parte de la prórroga y sigue el empate. El avión empieza a rodar y la aceleración me hunde en al asiento. Apago el Blackberry. Mi madre va a tener razón y gana Holanda en los penaltis.

Con viento de poniente, la pista está configurada para un despegue hacia el Oeste (hacia Madrid), pero la ruta establecida por el control aéreo obliga a hacer los primeros cientos de kilómetros sobre el mar. Viramos enseguida y pasamos cerca del aeropuerto. Han pasado 5 minutos y como siempre escojo bien ni asiento, veo la ciudad de Valencia iluminada por la ventanilla (verdadera ciudad de la luz gracias a la inversión municipal en farolas). Han pasado 6 minutos y me pregunto si debería encender el Blackberry antes de estar a demasiada altitud. Veo, miro la ciudad de Valencia, hechizado como siempre por la perspectiva desde el cielo.

Un estallido mudo. Un flash silencioso, un relámpago. No. Son cohetes. Por todos lados. Así abajo.En algunos sitios fuegos artificiales, con formas y colores, a cámara lenta. No oigo nada. No necesito mirar el reloj. Lo sé. Aun es tiempo de prórroga. Como también sé que España ha marcado, que hemos ganado el partido, que somos campeones del mundo (permítaseme por una sola vez este odioso plural deportivo-mayestático).

Emocionante y estética manera de ver un partido, de leer su resultado: en el cielo oscuro y mudo de Valencia. El comandante confirma el resultado diez minutos después, cuando ya sólo veo el reflejo de la luna en el Mediterráneo.

Esa misma noche, con seis horas de diferencia, el Empire State enarbola la bandera rojigualda por primera vez, al igual que una cantidad nunca vista de españoles. En Londres las celebraciones también son apoteósicas, con Picadilly Circus y Trafalgar Square teñidas de rojo incluso en el agua de sus fuentes. Son momentos de emoción incluso para los no futboleros. Cohetes, banderas, música, cláxones. Bien es cierto que el espectáculo del lunes en Madrid con la selección, recibida cual César y sus legiones tras una campaña victoriosa, será más bochornoso y artificial.

De las glorias deportivas, que campean por España
Va el Madrid con su bandera limpia, blanca, que no empaña...

Y además del Madrid y de la selección (o el Barça, que para el caso es lo mismo), va Nadal con Wimbledon, va Gasol y su nuevo anillo, la selección de Baloncesto, va Olazabal recuperado, va Contador y su Tour, va Alonso y su último podio con Ferarri... cuántas Glorias Deportivas juntas.

Parece que en tiempos de crisis, el deporte (y el deportista) español saca todo lo que tiene dentro. Y España se convierte en una potencia deportiva, admirada por todos. Incluso la misma ciudad que, desde Wall Street, a base de intereses sobre su deuda pública, hunde las economías del Sur de Europa (ya basta de decir periféricas, euro-mediterráneas, PIIGS o GIPSI; en el fondo es el la dicotomía Norte-Sur de toda la vida), la homenajea dos días seguidos desde la cima de su edificio más emblemático. ¿Será España ese King-Kong asustado que se encaramaba al rascacielos simplemente para caer desde más alto?

Pan y circo. En los países cristianos del Sur de Europa nunca falta el pan. Y ahora tenemos el circo con todas estas victorias deportivas. ¿Impulsará el consumo el buen humor por estos triunfos? ¿Aumentará la confianza y el optimismo, facilitando la inversión? ¿Habrá un impacto real en el PIB? Sabemos que en las raíces de las crisis financieras se sitúa generalmente un problema de percepción, de expectativas. Quizás sólo hacía falta esta impulsión de optimismo y un poco de calma política para que España levante al cabeza, como dicen aquellos.

Para finalizar, quisiera que conste que esta entrada debía ser en principio sólo un corto párrafo de apoyo a la magnífica foto del Empire State vestido de España.