jueves, 29 de julio de 2010

Original Soundtrack (9): Leva-me aos fados

Sábado por la mañana. Lisboa. Bairro Alto. Tras un viernes de reuniones, me he quedado un día para pasear por la ciudad. Sólo he estado una vez antes aquí, de turismo, un viaje memorable. Esta vez no tengo guía, ni mapa. Camino por impulsos, de memoria. Y me gusta.

Es temprano, recorro la Rua da Rosa, una de las arterias del barrio, infestada de bares y de tiendas de diseño bo-bo. Todavía están limpiando los restos de la fiesta de anoche: botellas, vasos, papeles, cristales rotos, alguna vomitona. A golpe de manguera, como en los viejos tiempos. Todos los bajos están cerrados (la mayoría son bares que habrán cerrado sólo unas horas antes). Las ventanas y los balcones están abiertos. Llenos de plantas. Con las tiendas y bares de diseño cerrados, todo parece viejo, decadente, como el Barrio del Carmen hace 20 años, un Beirut todavía en proceso de reconstrucción.

Camino de arriba abajo, callejeando por el Bairro mientras se despierta. Señoras viejas, gordas y peludas empiezan a poblar las calles, van muy despacio de compra al colmado de la esquina o de paseo hacia la parte baja de la ciudad. Señores viejos, gordos y calvos salen a la calle a tomar el fresco, a conversar con los repartidores, los barrenderos y también con los otros señores viejos, gordos y calvos. Poco a poco el barrio se levanta, se despereza, abre sus ventanas y ventila los cuartos húmedos y con desconchados. Los bajos abren, se entrega el pan, se descarga algún camión e incluso empiezan algunos trabajos.

Vuelvo a recorrer la Rua da Rosa en sentido contrario, ahora mucho más animada. Se oye música en algunas casas, sale de las ventanas y de los balcones camuflados por frondosas plantas y sábanas recién tendidas. Algunas casa dejan sus puertas abiertas, se oyen fados. Es la banda sonora del Bairro. Los señores viejos, gordos y calvos escuchan. Es sábado por la mañana, pero el tiempo no importa.

Se oyen fados.

Más tarde, al pasar por la FNAC del Chiado, no puedo evitar comprarme un par de discos de Fado. Bairro Alto enlatado. Y ahora lo escucho en Londres antes de irme a dormir. Mañana estaré cansado, pero el tiempo no importa.

Leva-me aos fados de Ana Moura; suena ahora mismo en casa la canción que da nombre al álbum:

martes, 27 de julio de 2010

Road Trip Diaries, 6 (epilogue)

Principios de junio de 2009. On the road again tras dos días de excursiones por el Grand Canyon, de camino a Santa Mónica siguiendo la mítica Route 66. Creo que es por la mañana, y yo estoy de mal humor porque en votación se ha decidido tomar la autopista en lugar de la antigua carretera con un solo carril por sentido. Me toca conducir a mí, y tenías ganas de llevarlo por la calzada legendaria.

Suena un iPod en el coche; Queen, Bohemian Rapsody. Sale solo. La penúltima stravaganzza, Bohemian Roadtrip, montada con algunas imágenes de otros momentos del viaje. Esta vez no es playback como en la anterior:

sábado, 17 de julio de 2010

Coincidencias Londinenses: República Española en 2010

Hoy y mañana se cumple el 74 aniversario del fallido pronunciamiento militar contra la República Española que desembocó en Guerra Civil, y ulteriormente en dictadura hasta 1975. Afortunadamente ya no se celebra como antaño el Día del Alzamiento, pero memoria histórica obliga y los anglosajones n'y sont pas pour rien.

Instalados en una (demostradamente desastrosa) estrategia de apaciguamiento hacia los fascismos que proliferaban en la época en Europa y muy especialmente para con Hitler y su Alemania nazi, los británicos forzaron una pantomima llamada "no-intervención" que perjudicó esencialmente a uno sólo de los bandos en la contienda, el leal, republicano, rojo o constitucional. Aunque tentador, es un ejercicio fútil elucubrar sobre el presente de España si otro gallo nos hubiese cantado en aquel momento.

Sin embargo, a la vista de algunos hechos que describo más adelante, podría parecer que los anglosajones, aunque sea de manera inconsciente, aun tienen pequeños detalles que demuestran un latente sentimiento de culpa, o quizás mejor, cierta simpatía por la causa perdida tiempo ha, entre otras cosas gracias a su inestimable ayuda.

No os dejéis engañar, esto es por puro interés: en una elaborada teoría de la conspiración de mi propia cosecha, asevero que algunos elementos subversivos cuyo objetivo es hacer caer la casa de Windsor e instaurar una república en la Commonwealth están utilizando (al igual que Hitler en su momento) al Reino de España como campo de pruebas, intentando desencadenar la III República Española. Pero las bombas que usan no son como las que dejó caer Adolfo sobre Guernica en el primer bombardeo a una población civil de la Historia. Son más sutiles. Y a las pruebas me remito.

Todo empezó en Australia en 2003, en la final de la Copa Davis, donde un complot facilitó a James Morrison una versión "equivocada" del himno de España que, dicho sea de paso, interpretó con gran maestría:



La última de estas acciones desestabilizadoras es la proscripción del famoso polillo que puso de moda Aznar con la banderita de España en cuello y mangas, sustituyéndolo por uno similar pero con la bandera de la República. Se distribuye en grandes almacenes de ropa por todo Londres y por un precio muy ajustado y está haciendo furor: ya he visto a varios compañeros de trabajo vistiéndolo en nuestros casual Fridays, y yo me voy a comprar una docena esta misma tarde, para celebrar el Alzamiento Nacional. Acepto encargos.

viernes, 2 de julio de 2010

Primer aniversario

29 de junio de 2010, Barajas, esperando a embarcar en el avión que me llevará a Londres después de una noche corta y un largo (y por una vez provechoso) día de reuniones en Madrid. Por todo equipaje llevó un maletín con un libreta, un boli Bic, tarjetas de visita, un libro de relatos de Bolaño, mi pijama, mi cepillo de dientes, una muda, una corbata y una camisa. He podido adelantar mi vuelo de regreso y llegaré a las once de la noche de este martes.

Y entonces caigo en la cuenta.

29 de junio de 2009, sólo hace una semana que he vuelto de Estados Unidos. Casi a media noche llego a Gatwick con dos maletas para instalarme indefinidamente en Londres y empezar el 1 de julio mi nuevo trabajo. Me pagan dos semanas de hotel; como la experiencia es un grado, Arnaud un buen amigo e internet una herramienta de gran utilidad, al día siguiente ya nos hemos decidido y el día 11 me mudo al 16 de Lloyd Street.

Un año.

Y en la misma fecha hago el mismo vuelo. Con mucho menos equipaje. Con más familiaridad. ¿Quizás en una metáfora de lo que ha sido o ha significado este año?

No lo sé. No sé cómo me siento con respecto al año pasado aquí. Ni siquiera sé si me debería sentir de algún modo con respecto a esto.

Antes de embarcar, me llega un email de la agencia inmobiliaria. Tras varios e insulsos intercambios, nos proponen un aumento del alquiler del 8% para renovar el contrato de arrendamiento, en lugar del 10% propuesto inicialmente.

Contesto que sí y subo al avión.